Agricultura Protegida

Segunda llamada para pequeños invernaderos

Del total de las unidades de producción, sólo 56% reportan ventas permanentes, el resto está fuera de operación, tiene ventas irregulares o generan productos para autoconsumo, como es el caso de los invernaderos con superficies cubiertas de 1,000 m2 o menos

Mario Alberto Lamas Nolasco*

MÉXICO.— Haciendo un collage estadístico con datos del Censo Agropecuario 2007 y los reportes de la Asociación Mexicana de Horticultura Protegida, AC (AMHPAC), en nuestro país existían, en ese año, alrededor de 12 mil 242 hectáreas de invernaderos y un estimado de dos mil con mallas sombra, operadas por 18 mil 127 empresas o unidades de producción.

En números gruesos 50 por ciento se dedican a producir hortalizas, 40 por ciento a plantas de ornato y flores de corte, 5 por ciento a producir frutillas, 3 por ciento a plántulas para las líneas anteriores y 2 por ciento para viveros forestales.

Del total de las unidades de producción, sólo 56 por ciento reportan ventas permanentes, el resto está fuera de operación, tiene ventas irregulares o generan productos para autoconsumo, como es el caso de los invernaderos con superficies cubiertas de mil metros cuadrados o menos.

Además, en todo nuestro país se encuentran invernaderos y mallas sombra de una y hasta dos hectáreas improductivas.

La principal razón que argumentan los propietarios es que durante la curva de aprendizaje para la producción y comercialización, se quedaron sin capital de trabajo, cuando tuvieron que pagar el alto costo de los fertilizantes y la mano de obra contratada; y cuando tuvieron que vender, lo hicieron a acopiadores o en centrales de abasto a precios de productos convencionales de campo abierto, por lo que su utilidad se redujo o fue negativa.

Adicionalmente, conocemos que la agricultura protegida, también conocida como agricultura intensiva, conlleva un alto riesgo de contaminar aguas y suelos por la acumulación de agroquímicos que se desechan y lixivian en niveles tóxicos.

Ahora bien, con base en la preferencia de los consumidores por productos inocuos, más nutritivos y ecológicos, al reenfocar los problemas mencionados, es decir, los altos costos de la mano de obra y los fertilizantes, y la contaminación de las cosechas y del ambiente, se deriva una enorme oportunidad para rehabilitar a todos los pequeños invernaderos, con sólo rediseñar el sistema productivo de convencional a ecológico u orgánico, donde la operación se sustente en la mano de obra familiar, desde la generación de los abonos orgánicos y biofertilizantes, hasta la realización de los cultivos dentro de los invernaderos o mallas.

De esta manera, al sustituir insumos y personal externos, se pueden lograr utilidades de 25 a 35 por ciento, lo cual mejora su rentabilidad, al tiempo que protegen el medio ambiente.

Por supuesto que ya se tienen buenas experiencias empresariales en estos esquemas de producción ecológica y orgánica, para extrapolarlas y así garantizar buenos resultados de esta “segunda llamada” para los proyectos de agricultura protegida malogrados.

* Mario Alberto Lamas Nolasco es especialista de la Dirección de Agronegocios en FIRA. La opinión es responsabilidad del autor y no necesariamente coincide con el punto de vista oficial de FIRA.

Fuente: El Economista

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