Agroindustria

Abejas transmiten virus a plantas

Científicos descubren colaboración entre plantas, insectos y patógenos

abejas-virusEl virus del mosaico del pepino no se limita a su huésped del mismo nombre. También puede devastar o retrasar el crecimiento de los tomates haciendo que se produzcan hojas retorcidas. Dada esta devastación, es sorprendente que plantas susceptibles sigan existiendo; la selección natural debería haber producido resistencia hace años.

Un estudio reciente explica esta aparente contradicción. Un equipo de especialistas, dirigido por John Carr, de la Universidad de Cambridge, encontró que el virus en realidad ayuda a su huésped para reproducirse utilizando a un cómplice inocente: el abejorro.

Al igual que muchos descubrimientos, este fue accidental. El doctor Carr había ordenado un poco de equipo para analizar las sustancias químicas volátiles emitidas por las plantas de tomate infectadas. Mientras esperaba a que llegara, un colega se ofreció a prestarle algunas abejas, ya que estos polinizadores son conocidos por su sentido del olfato. Su equipo colocó plantas tanto sanas e infectadas en un invernadero, y las cubrió para que las abejas pudieran sentir el olor pero no verlos.

Las abejas podrían distinguir entre ambas plantas, pero para sorpresa de Robert Carr no acudían a las plantas sanas. Por el contrario, el equipo observó una fuerte preferencia por las infectadas. Para algunas cepas virales, eran cuatro veces más propensos a visitar una planta infectada a una sana. Experimentos posteriores mostraron que esta diferencia de comportamiento era, de hecho, una respuesta a las diferencias en los productos químicos presentes en las plantas, infectadas o no.

Por otra parte, los tomates son capaces de fertilizarse a sí mismos, sin necesidad de un polinizador, sin embargo, incluso esta auto-polinización puede ser también asistida por una abeja. Las vibraciones causadas por los zumbidos ayudan a la liberación de polen de los insectos a partir de anteras de la flor de manera que puedan caer sobre el estigma.

Para investigar, Carr y sus colegas cultivaron tomates sanos e infectados en un invernadero sin abejas, y una mezcla similar en un invernadero en el que las abejas fueron liberadas una a la vez, y dieron seguimiento a sus movimientos. Luego analizaron las semillas de los frutos de cada planta como un proxy para la aptitud evolutiva.

Todas las semillas que consultaron parecían viables. Lo que difería era el número de semillas en cada fruta. En el invernadero libre de abeja, las plantas infectadas tenían solamente cerca de 50 semillas por fruto, mientras que los sanos promediaron 70.

El recuento de las semillas de los frutos de las flores sanas visitados por las abejas aumentó a 85, respecto al de las flores de las plantas infectadas el cual saltó a 115. La investigación adicional mostró una posible razón. No solo las abejas visitan las plantas infectadas, también pasaron más tiempo volando alrededor de las flores infectadas.

Con el uso de estos datos experimentales, los investigadores modelaron cómo el sistema podría haber evolucionado. Ellos encontraron que la preferencia del polinizador por el olor de las plantas infectadas era lo suficientemente grande para detener la aparición de resistencia viral en los tomates. Eso explica lo que está en él para los tomates y también para el virus.

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