Agroindustria

Agricultoras que se convierten en empresarias

Espíritu emprendedor, un proyecto de la FAO cambia vidas en Ruanda

Christine Mushimirimana es una campesina del distrito de Rubavu en Ruanda. Al igual que ella, los habitantes de esta comarca ruandesa son en su mayoría pequeños agricultores. La tierra es fértil, pero la mayoría de los agricultores carecen de acceso a semillas, fertilizantes y buenas prácticas agrícolas. Como consecuencia, la zona tiene las tasas de malnutrición más altas del país.

Al principio, Christine se dedicaba a algunos cultivos como frijoles y maíz, básicamente para alimentar a su familia, pero no era suficiente. También mantenía a los suyos trabajando a tiempo parcial en campos de otros propietarios, ganando un salario escaso. Dos de los hijos de Christine se vieron obligados a abandonar la educación secundaria, ya que, a pesar de que asistían a escuelas públicas, no podía pagar su material escolar.

En 2017, Christine fue seleccionada para participar en un proyecto de protección social de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Como parte de la capacitación, recibió un paquete de iniciación con plántulas de aguacate, semillas de hortalizas y dos cabras. Además, obtuvo formación sobre buenas prácticas agrícolas para la producción de hortalizas y la cría de pequeños animales a través de una Escuela de campo y de vida para agricultores (FFLS, por sus siglas en inglés), que también incluyó la capacitación en agronegocios, nutrición, igualdad de género y educación financiera.

Con estos nuevos conocimientos e insumos, Christine cultivó las plántulas y en la primera cosecha recolectó mucho más de lo que su familia podía consumir. Su visión del cultivo de hortalizas ha cambiado.

“Antes, no podía permitirme comprar fertilizante. Las cabras que recibí me dieron estiércol orgánico, que utilicé en mi huerta, y me di cuenta de que aumentaba los rendimientos. Vendí algunas de las hortalizas sobrantes y pasados tres meses, estaba recolectando de nuevo… ¡era increíble!”, asegura Christine con emoción.

Los 600 participantes del proyecto se organizaron en cinco FFLS. Cada grupo comenzó una iniciativa de ahorros y préstamos a través de la cual los hogares ahorraban dinero cada semana de forma colectiva. Los miembros del grupo de Christine contribuyeron cada uno con 400 francos ruandeses (cerca de 0.46 dólares) por semana. La FAO suministró una base inicial de 300 mil francos (335 dólares) a cada grupo.

Christine tomó dinero prestado del grupo y comenzó un pequeño negocio de venta de frutas y hortalizas en un mercado al borde de la carretera principal.

Además de los ingresos adicionales, una mayor cosecha del huerto significa una mejor nutrición para su familia: “Comer hortalizas es algo que nunca nos habíamos planteado. Pensábamos que era para familias ricas. Ahora ofrezco a mis seis hijos una dieta equilibrada con verduras en cada almuerzo”, añade Christine.

Sébastien Nzabanita, uno de los voluntarios de extensión de protección social del gobierno, hace un seguimiento con todos los participantes del proyecto en el grupo de Christine. Cada semana visita la parcela de Christine y comprueba que su huerto y su ganado estén en buen estado de salud.

Sébastien también fue capacitado por la FAO para proporcionar apoyo de las FFLS a los participantes durante y después de la implementación del proyecto, a fin de garantizar su sostenibilidad. Ha observado un cambio de mentalidad entre los participantes en la iniciativa. “Antes se resistían a hacer ciertas cosas. Por ejemplo, si les pedía que plantaran dos semillas en un hoyo, en vez de eso sembraban cuatro semillas, porque era a lo que estaban acostumbrados”, explica Sébastien.

Los hijos de Christine han vuelto a la escuela y su madre es optimista, ya que sus nuevos conocimientos y prácticas han mejorado su propia vida y la de sus hijos.

Las medidas de protección social son esenciales para reducir la pobreza y el hambre, especialmente en las zonas rurales. En los distritos de Rubavu, Nyabihu, Rulindo y Gakenke de Ruanda, la FAO apoya los programas agrícolas de protección social, que permiten a los agricultores pobres de las zonas rurales reforzar su capacidad para gestionar riesgos, participar en más actividades económicas y productivas y crear un futuro #HambreCero.

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