Agroindustria

“Hierbas malas”, principal enemigo de la agricultura

Las hierbas malas deben ser consideradas como “el enemigo natural número uno de los agricultores”, ya que provocan pérdidas de unos 95 mil millones de dólares anuales en la producción alimentaria mundial

hierbas_enemigasROMA.– Además de factores como políticas agrícolas equivocadas, sequías, inundaciones, plagas y enfermedades, agravadas por el cambio climático, una de las principales causas del hambre está en hierbas “malas”, agresivas para los cultivos y que pueden dejar los campos estériles durante años, afirmó Ricardo Labrada-Romero, especialista de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

“Puede deberse a que las malas hierbas no son muy espectaculares. Las sequías, las plagas y las enfermedades como la gripe porcina, llaman la atención porque sus consecuencias son dramáticas. Las malas hierbas son diferentes. Hacen daño de forma callada y durante todo el año, un año tras otro”, explica Labrada–Romero.

Como ejemplo expone el perjuicio causado por una sola variedad, el jopo (orobanca o hierba tora en algunos países) una agresiva mala hierba con raíz que ataca a las legumbres y verduras y que puede no sólo producir la pérdida total de la cosecha, sino que deja los campos estériles durante años.

Grandes pérdidas de producción

De acuerdo con información del organismo de investigación medioambiental neozelandés Land Care, las malas hierbas deben ser consideradas como “el enemigo natural número uno de los agricultores”, ya que provocan pérdidas de unos 95 mil millones de dólares anuales en la producción alimentaria mundial, frente a los 85 mil millones de dólares que hacen perder los patógenos, 46 mil millones los insectos y dos mil 400 millones los animales vertebrados.

Haciendo un comparativo, las pérdidas por 95 mil millones de dólares equivalen a 380 millones de toneladas de trigo, más de la mitad de la producción mundial prevista en 2009. De esa cantidad, unos 70 mil millones corresponden a pérdidas en países pobres.

El daño económico podría ser aún mayor si se tiene en cuenta que más de la mitad del tiempo que los agricultores pasan en sus campos se dedica a la eliminación de hierbajos, según Labrada-Romero. Por ello se deduce que si las explotaciones agrícolas quieren mejorar su productividad, uno de sus objetivos prioritarios es mejorar la gestión de las malas hierbas.

Los rendimientos se estancan

Según el especialista de la FAO, la gestión integral moderna de las malas hierbas no consiste sólo en rociar con herbicidas. La rotación de cultivos es una técnica eficaz, ya que las malas hierbas a menudo están adaptadas biológicamente a un determinado cultivo alimentario, por lo que el cambio lleva a reducir su presencia.

También es importante, según Labrada-Romero, el uso de semillas certificadas de calidad. Muchas de las semillas producidas y utilizadas por los campesinos están contaminadas con semillas de malas hierbas. Si los pequeños agricultores producen sus propias semillas, habría que enseñarles a limpiarlas, de forma que eviten plantar malas hierbas en sus campos en la época de siembra.

Solarización

La solarización es una sencilla técnica que evita usar productos químicos y que es útil para eliminar las semillas y plántulas de malas hierbas, así como muchas enfermedades y plagas del suelo. Consiste en colocar láminas transparentes de polietileno sobre la tierra húmeda durante los meses calurosos del verano, con lo que la temperatura del suelo aumenta a un nivel que es letal para las malas hierbas.

En el caso de las malas hierbas acuáticas —una amenaza diferente pero importante en muchas partes del mundo— es posible utilizar métodos de control biológico. Por ejemplo, la introducción de determinados insectos procedentes del Amazonas ha tenido éxito para controlar la invasión de jacintos de agua, que con frecuencia resulta desastrosa.

Si es cierto que el uso apropiado de herbicidas modernos es necesario para hacer frente a la demanda creciente de alimentos, es deseable un mayor uso de métodos sin productos químicos, no sólo por motivos medioambientales, sino también debido al problema del aumento de la resistencia a los herbicidas. En Estados Unidos, por ejemplo, ya hay 13 especies de malas hierbas que son resistentes al glifosato, el herbicida de uso más corriente.

Tras dos décadas dedicadas a combatir las malas hierbas, Labrado-Romero, un cubano de 62 años de edad, alcanzó recientemente una merecida jubilación. “Pero la lucha contra las malas hierbas debe continuar —advierte— ya que en caso contrario más gente morirá de hambre.”

2000 Agro

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