Hortofruticola

Durazno: una suave caricia al paladar

La producción nacional 2018 fue de 158.8 mil toneladas

El durazno o Prunus persica es un fruto globoso, de cinco a 7.5 centímetros de diámetro, generalmente de color amarillo con tonalidades rojizas en las partes expuestas al sol. Su característica distintiva es que está aterciopelado y posee una única semilla.

Los duraznos pertenecen a la familia Rosaceae, lo que los hace parientes cercanos de la mayor parte de las frutas más comunes: manzana, fresa, pera, membrillo, zarzamora, ciruela, cereza, frambuesa, etc.; y también de ornamentales, principalmente las rosas.

La almendra también es pariente cercana del durazno, por lo que las semillas de durazno son usadas como sustituto potencial del aceite de almendras en productos cosméticos.

Dentro de las labores de producción del durazno resalta una actividad llamada generalmente “aclareo” o “raleo”. Consiste en quitar un porcentaje de frutos del árbol para que los que queden sean de mejor tamaño y mayor sabor y dulzura; algunos productores deciden hacer esta labor desde la floración, quitando flores y no frutos.

Un árbol de durazno puede llegar a producir hasta mil 400 frutos, cuyo peso puede oscilar entre 31 y 304 gramos por unidad; al hueso le corresponden máximo nueve gramos.

De acuerdo con cifras del avance al mes de diciembre publicadas por el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), la producción nacional 2018 de durazno fue de 158.8 mil toneladas, obtenidas en una superficie cosechada de 25.5 mil hectáreas.

Los principales estados productores son Michoacán, Puebla, Chihuahua, Zacatecas y el Estado de México; en conjunto aportaron 70.1 por ciento de la producción nacional.

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