Agroindustria

Lo negro de la mosquita blanca

La mosquita blanca es la plaga que más afecta al sector hortícola, sobre todo a cultivos como chile, jitomate y papa, pero también daña calabacita, calabaza, brócoli, pepino y frutales como melón o sandía, además de algodón.

Las especies más conocidas son Bemisia tabaci, Trialeurodes vaporariorum y Bemisia argentifolii, insectos muy pequeños, de 1.5 milímetros de largo en su estado adulto, cubiertos con un polvo blanco sobre sus alas.

La plaga succiona la savia de la planta, por lo que las hojas toman un color amarillento, y son trasmisoras de enfermedades, lo cual repercute en el crecimiento y sanidad de los cultivos y afecta su rendimiento. Los daños pueden ser fuertes cuando las poblaciones son elevadas.

La mosquita blanca tiene como hospederos más de 500 especies de plantas y es difícil de controlar si su combate no se inicia oportunamente, ya que se refugia en el envés de la hoja y esto le ayuda a protegerse de insecticidas.

Tiene la capacidad de trasmitir enfermedades de tipo viral que propaga rápidamente. Las especies

de mosquita blanca Bemisia argentifolii y Bemisia tabaci son causantes de grandes pérdidas en la agricultura por sus daños directos o por la transmisión de patógenos como la virosis causante de epidemias en cultivos susceptibles de hortalizas, frijol y soya, entre otros.

En el estado de Sinaloa, en el ciclo 2005-06, la transmisión por mosquita blanca del virus amarillo del enrollamiento de la hoja del tomate y otros geminivirus causaron pérdidas totales en más de dos mil has de tomate.

Resistencia

Un factor que ha hecho que la mosquita blanca sea una plaga de importancia económica es que tiene una alta capacidad de generar resistencia a los insecticidas. De tal manera que con la dosis que antes se usaba de sustancias como metamidofós o endosulfán, ya no se tienen los mismos resultados, por lo que el productor hace mezclas o incrementa la dosis.

El manejo fitosanitario se ha encarecido

Hay productos cuyo efecto es muy rápido pero afectan insectos benéficos, de tal forma que después de aplicarlos se disparan las poblaciones de la plaga porque crean resistencia y los agroquímicos también eliminan a sus enemigos naturales.

Uno de los métodos de control más utilizado y eficaz para insectos chupadores como mosca blanca –además de pulgones, piojo harinoso, escamas, chinches y psilidos– es el imidacloprid, sin embargo, su costo oscila entre los dos mil y 2,500 pesos el litro por hectárea, más costo de aplicación.

Otros productos novedosos fueron desarrollados por empresas como Bayer, Sygenta y Basf, y son muy efectivos, no afectan organismos benéficos, y son de bajo impacto para el humano y el ambiente, pero el problema es el costo. Por ejemplo, Oberon (Spiroprofifen) funciona bien para ninfas de mosca blanca y vale 1,500 pesos el litro y se puede utilizar en 1.5 has. Igual hay que sumar costos de aplicación. También sirve para controlar paratrioza y araña roja en diversos cultivos.

La plaga del desorden

Otro factor que ha propiciado que la mosquita blanca se extienda en las zonas centro y sur es que las fechas de siembra están desfasadas en las parcelas.

Esto provoca –señala Óscar Morales Galván, especialista del Colpos– que un productor que acaba de trasplantar sea afectado si su vecino tiene un cultivo viejo con mosca blanca, ya que es una fuente de infestación para la plántula pequeña. Antes existía una norma, pero ya desapareció; no hay lineamientos que digan cuándo sembrar.

Hay un desorden en cuanto a fechas de siembra, de tal forma que hay regiones que todo el año tienen mosca blanca y la plaga salta del jitomate a chiles o tomate de cáscara. Por ejemplo, en zonas de temporal de Morelos se puede encontrar población de mosca blanca en malezas incluso cuando no hay cultivos. La falta de control ocasiona que el cultivo de jitomate se encarezca.

En contraste, en la zona norte del país hay un calendario de siembra que permite un mejor control de la mosquita blanca. Si después del último corte el cultivo está muy deteriorado, debe destruirse en menos de 30 días, de otra forma se imponen multas.

En Sonora y Sinaloa las extensiones de cultivo son grandes y en el centro son pequeñas superficies. Allá tienen la capacidad y los recursos para innovar, pero en Morelos o Puebla están muy atrasados en la materia.

Donde los problemas son graves es con los pequeños productores, porque no hay ninguna organización y no cuentan con recursos para pagar un asesor técnico. La asesoría que se recibe es parte de quien vende, pero no se realiza una evaluación precisa.

Espantamoscas modernos

En Morelos, Puebla y la región del Bajío, para poder sembrar los productores tienen que usar un acolchado plástico, cuya función es acelerar el crecimiento de la planta y controlar humedad, y como su exterior es plateado sirve para desorientar a las moscas, las aleja y la cantidad se reduce.

El control se ha encarecido porque se ha hecho uso de productos muy específicos y caros como el imidacloprid, que se utiliza durante la primera etapa del cultivo. Una dosis para chile o tomate de cáscara cuesta alrededor de dos mil pesos por hectárea, si agregamos el salario del aplicador el costo puede ascender hasta tres mil pesos. Para el acolchado cada rollo cuesta 1,200 pesos y se requieren al menos 10 rollos por hectárea.

Otra práctica no muy común, pero que sí se realiza, es tapar con agribon una vez que se trasplanta el cultivo. Se cubre los primeros 20 o 30 días con esta tela fina para evitar que los insectos lleguen a la planta, es una barrera física. Esto implica un costo adicional para el productor porque deben incluirse aros y la mano de obra.

En el control biológico hay hongos entomopatógenos que requieren ciertas condiciones pero pueden aplicarse; también hay jabones agrícolas. El productor debe acercarse al técnico, ya que es muy común que haya cierta apatía. Cada caso requiere una estrategia para hacer más eficaz el control.

Calidad fitosanitaria de la plántula

Óscar Morales considera que un aspecto muy importante es cuidar la calidad fitosanitaria de la plántula, ya que en lugares como Puebla es común que al lado del cultivo de tomate de cáscara o jitomate se prepare una cama en la que se deposita

la semilla sin ninguna protección; crece la plántula y la mosca blanca se alimenta de ésta y luego se trasplanta y una vez que crece el cultivo las hojas se tuercen.

“Quisiera hacer énfasis en calidad fitosanitaria. Hay muchos viveros que venden planta ya enferma, de tal forma que a pesar de que se realicen todos los cuidados el mal está presente.”

Por eso propone actuar a corto plazo para certificar a los viveros, con el propósito de que vendan plantas libres de enfermedades, de calidad fitosanitaria, con lo que se garantiza de entrada un 40 por ciento de protección para los cultivos.

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