Agroindustria

Marchita floricultura medio ambiente

Villa Guerrero, Edomex.– Como una enredadera, los invernaderos se ramifican por este municipio entre zonas habitacionales, escuelas, llanos y la mínima extensión de tierra donde sea posible la producción florícola.

La naturaleza ha dotado a Villa Guerrero con el clima idóneo para el cultivo de flor. Esta actividad se ha extendido tanto que al pie de carretera se observan cientos de túneles de plástico. Al reflejar los rayos del Sol, los techos de los invernaderos semejan un brillante espejo sobre este pueblo.

La economía de la región se sustenta en la floricultura. Sin embargo, las millonarias ganancias que ha dejado la explotación intensiva de flores –durante más de 30 años– para las grandes empresas y las compañías de agroquímicos, contrasta con la pobreza ambiental de la zona, donde los floricultores también resienten una disminución en su productividad por hectárea ante el uso indiscriminado de plaguicidas, funguicidas, insecticidas, herbicidas y nematicidas.

Un serio problema es que las plagas, enfermedades y hongos que atacan a las flores han generado resistencia a los agroquímicos. La consecuencia es un incremento en las dosis para combatirlos y, por tanto, en la generación de envases, y de los riesgos para el medio ambiente y la salud.

Agustín Robles Bermúdez es quizá la persona que más sabe acerca de este tema en la zona, tiene años en el estudio de insectos y la toxicidad de los plaguicidas, además ha trabajado en empresas florícolas de Villa Guerrero. Al ser consultado, señala que un insecto se muere con un miligramo de insecticida, pero si genera resistencia se requerirá de cinco miligramos para matarlo, además que hereda la tolerancia a su próxima generación, que la sigue desarrollando. La situación llega a tal grado en la floricultura que si la dosis recomendada es de 100 mililitros de agroquímico por 200 litros de agua, el productor aplica 700 u 800 en la misma cantidad de agua.

Robles Bermúdez asegura que esto incrementa la resistencia de los insectos, encarece el costo del cultivo y se contamina más el ambiente, “sí hay un incremento en las dosis de aplicación en la zona”. En su experiencia en campo e invernadero observó que para controlar la araña roja utilizaba 30 mililitros de Abamectina por 200 litros de agua, pero aumentó hasta 80 mililitros. Esto se hace, en general, en todas las empresas.

Los productores de rosa –que casi todos los días usan agroquímicos– antes cosechaban un millón de tallos por hectárea, ahora obtienen 600 o 400 mil en la misma superficie. Los especialistas refieren que esto se debe a desequilibrios con la naturaleza y el medio ambiente.

El negocio para las empresas productoras, comercializadoras y distribuidoras de agroquímicos es redondo, ya que a mayor resistencia de los organismos nocivos más consumo de sus productos, de cuyos envases tóxicos nadie quiere hacerse responsable.

Gustavo Iñiguez, floricultor de la zona, señala que el costo para aplicar agroquímicos se ha incrementado y suma 10 mil pesos por hectárea, por lo que incluso algunos productores han comenzado a abandonar la actividad porque ya no resulta rentable.

Robles Bermúdez subraya que en el Estado de México el problema de plaguicidas es muy fuerte y se le debería poner mayor atención. Expone que estas sustancias son un aliado del hombre, sin embargo, su uso desmedido e irracional genera una serie de dificultades no sólo en la salud de los aplicadores de la región, sino también es un problema de salud regional, ya que son moléculas toxicas que se evaporan, quedan en el ambiente y ahí nadie se escapa de absorberlos, niños, jóvenes y adultos.

–¿Hay un estudio de impacto ambiental en la zona?

–No que conozca; probablemente de otras instituciones, pero un estudio profundo, no. Definitivamente a las empresas nada más les interesa la venta, porque a ellos les conviene que los insectos desarrollen resistencia. En el caso de la flor lo que se vende es estética, es belleza, no permite el mínimo de daño y obligas al productor a que le aplique hasta tres o cuatro veces por semana el producto para sacar una producción “limpia”.

–¿Qué tan riesgoso es su uso?

–Los agroquímicos están hechos para matar, –sentencia Agustín Robles–. Los alemanes los empezaron a desarrollar para matar gente. Ahora se emplean para el control de plagas, pero cuando los aplicamos estamos esterilizando a la planta, afectamos el suelo, pero además eliminamos organismos benéficos, que paradójicamente sirven para combatir a los nocivos.

Envases a la deriva

Cifras de la Asociación Mexicana de la Industria Fitosanitaria (AMIFAC) refieren que en la zona florícola del Estado de México se generan cerca de 150 toneladas de envases de agroquímicos, de las cuales sólo se recolectan 15 toneladas al año.

¿Adónde van a parar estos desechos tóxicos?

En Villa Guerrero coexisten en el mismo espacio las casas y los invernaderos. Prácticamente no hay límites.

Una vez que se realiza la fumigación en los invernaderos, los envases son abandonados sin el mínimo cuidado. En el recorrido por la “cuna” de la floricultura nacional encontramos envases al interior de los invernaderos, en los pasillos externos de los mismos, junto a la basura o en otros lugares inapropiados para su almacenamiento.

–¿Dónde tiran los envases de agroquímicos una vez que los utilizan?– pregunto a Delfino Guadarrama González, un viejo fumigador que trabaja en un invernadero familiar de Villa Guerrero.

–Pues, unos los metemos en un costalito y los vamos guardando. Adonde trabajaba los metíamos en un costal o una caja y ahí los dejábamos. Luego los íbamos a tirar a una orilla y ahí los almacenábamos. Pero luego ya lo llevábamos mejor al basurero, a tirar todo. Ese muchacho (su ex patrón) si ha tenido precaución porque le sale más caro llevar a un peón al doctor, que decirles: “mejor has esto o guarda esto”.

-¿Aquí dónde los tiran?

-Aquí, a la basura; pasa el carro y se lo lleva. Pero allá (en La Alameda) sí se tira harto fumigo. La mera verdad. Se tiran ocho o diez kilos por fumigada.

El basurero

Además de los invernaderos y las barrancas uno de los sitios más recurrentes para tirar los envases de agroquímicos, es el basurero municipal. En nuestra visita a este sitio pudimos ver cientos de envases de agroquímicos entremezclados con todo tipo de basura. Entre las sustancias que logramos identificar están el metilo y el paraquat, consideradas como moderada y altamente tóxicas en México, respectivamente, pero en Estados Unidos este último es clasificado como “altamente tóxico”.

El acceso a este lugar está custodiado por un guardia que interroga a todo el que quiere ingresar: “a qué va, a dónde va”. Cuando tomábamos fotografías en el basurero, una camioneta se acercó en seguida y un joven preguntó para qué queríamos las fotos. Una pequeña mentira nos los quita de encima.

En este basurero, un llano cercano a la carretera, todo se entremezcla, desechos de alimentos, plásticos, papel, lodo. Por la zona observamos maquinaria pesada que ha levantado la tierra al parecer para enterrar la basura. Persiste un olor a putrefacción.

A la salida del basurero municipal, el guardia vuelve a preguntar para qué queremos las fotos. La misma mentira nos lo quita de encima. El joven que antes no interrogó permanece ahí. No arranca su camioneta hasta que salimos del lugar.

Acopio de riesgo

Gabriel Díaz Izeta dice que en la zona florícola la AMIFAC cuenta con centros de acopio de envases de agroquímico en Villa Guerrero, Atlacomulco, Ixtlahuaca, Valle de Bravo y Coatepec Harinas, que existen por lo menos desde el año 2000.

Por su importancia, realizamos una visita al centro de acopio ubicado en La Valenciana, Villa Guerrero. Tras caminar tramos de terracería y preguntando –dicen que así se llega a Roma– a los lugareños, algunos de los cuales no lo ubicaban, lo encontramos. Es un espacio con una estructura de fierro y techo de lámina, con alambrado alrededor. No había un alma por ahí. Sólo cientos de envases de diversos tamaños abandonados, algunos con la etiqueta roja, con la indicación: “extremadamente tóxicos”. Este centro se encuentra a escasos 30 metros de cuerpos de agua utilizadas para el riego de flores, denominadas Presas de Lagunilla Ejidos de San Mateo Coapexco. Ahí, flotando sobre el agua encontramos envases de agroquímicos. Cerca también divisamos viviendas.

Al lado en una parcela a cielo abierto un floricultor limpiaba su cultivo. Un fuerte olor a azufre se percibía. Por la mañana el productor había hecho “los fumigos” y a esta hora –como las 11 de la mañana– comenzaba a evaporarse. Este lugareño nos comentó que desde hace tiempo el centro de acopio estaba abandonado, que hubo un periodo que sí funcionó y que “de vez en cuando alguien se para por acá”.

–¿A poco los productores realizan el triple lavado a los envases para llevarlo al centro de acopio?

–No, que va –dice con tono desencantado, moviendo su cabeza de un lado a otro.

En este ejido, donde se ubica el centro de acopio, en las casas observamos envases almacenados en los patios o tirados por los invernaderos.

En la región se han hecho esfuerzos para resolver este problema, reconoce Agustín Robles, pero los empresarios o trabajadores no tenemos la conciencia y el hábito de llevarlos, por lo que estima que debe llegar al centro de acopio apenas 50 por ciento de lo generado. Añade que el centro de acopio de Coatepec Harinas era un almacén donde ya no hallaban dónde echarlos, porque la AMIFAC no iba por ellos.

Esta realidad contrasta con el optimismo de Díaz Izeta y el irónico nombre del programa “Conservemos el Campo Limpio”.

Rodolfo Guadarrama, gerente del Consejo Mexicano de la Flor de Villa Guerrero, refiere que los envases sí son un problema. Recuerda que hace siete años había un centro de acopio en San Lucas y venían a recogerlos de Salubridad, pero tiene unos cuatro años sin funcionar, desde que llegó el PRD a la presidencia municipal, en 2001.

En aquel entonces –rememora– las mismas patrullas de policía los recolectaban en las comunidades y los confinaban en el centro de acopio, que era un vaso ciego de una barranca que no tenía salida hacia ningún lado. Ahora, lo pusieron en otro lugar peor, ya que los caldos fluyen hacia una corriente que se utiliza para riego y eso es más peligroso.

No sabemos, se sincera, ni dónde van a parar los envases de agroquímicos. Hay un basurero municipal, pero no creo que haya la precaución de separar los envases. Ignoramos dónde anden, que es lo peor. Se han hecho campañas, pero no hay dónde confinarlos. El riesgo está latente.

Rodolfo Guadarrama considera que tal vez si se obligara a empresas productoras de agroquímicos, como Bayer, a recoger su “envoltura” y dar un estímulo o descuento a cambio de recogerlo. Sentencia: “si ellos lo producen que ellos lo recojan”. Sin embargo, en la actualidad, “pasan los carros de la basura y recogen lo que les echan. Es una bomba de tiempo”.

Según datos del gobierno del estado, por medio del Programa Campo Limpio durante el periodo de 1997 a 2002 se han acopiado 60 mil envases de plaguicidas.

Vendimia de agroquímicos

Si usted va a la tienda de Villa Guerrero –dice Agustín Robles– puede adquirir un Teodal (Endosulfan), primo hermano del DDT, ambos son clorados, en cualquiera de sus presentaciones químicas. Se aplica y sus moléculas quedan por años en el suelo, contaminando todo, desde peces, corrientes de agua, suelos y hasta a nosotros mismos. ¡Y todos los utilizamos normalmente! Esto se usa contra plagas como trips, pulgón, larvas de lepidópteros, insectos principalmente.

Muchas veces –puntualiza– el productor desconoce los productos y piensa que está haciendo rotación de agroquímicos y aplica Aldrin o un Lannate, cuando es la misma sustancia activa.

En Villa Guerrero basta con recorrer unas cuantas calles para observar la proliferación de tiendas que expenden agroquímicos.

Gabriel Díaz señala que en este municipio hay 40 distribuidores y algunos están al lado de la farmacia, el kínder o la tienda de abarrotes. ¿Ésos quién los regula, la Secretaría de Salud o Sagarpa? Están desde años atrás, tal vez por la corrupción. La ley marca que no puede estar en zona urbana.

Díaz Izeta anota que “estos señores desafortunadamente son algo reacios a la cultura”. Y en tono de regaño, apunta: “si se les ha insistido mucho, no sé por qué no han atendido las cosas”. La AMIFAC solicitó a la Secretaría de Salud, que controla los permisos de operación de los comercializadores, que los reuniera a todos para que entraran al programa “Conservemos el Campo Limpio”, ya que son el último eslabón de la cadena con quien lo compra. Hay que dotarlos de películas, de cartelones y pedirles que apoyen el programa, ya que todos debemos tener una responsabilidad.

También añade que a una reunión convocada por la Secretaría de Salud de 150 distribuidores de agroquímicos sólo fueron ocho. Cuando la gente no quiere es bien difícil. Qué hacemos. Cómo es posible que la dependencia cite a esos señores y le hagan poco caso. Si eso es a la autoridad, entonces nosotros como AMIFAC, qué podemos hacer.

La plaga de los plásticos

Don Jesús Esquivel Hernández, a sus 75 años es el encargado del centro de acopio de plásticos, que se utilizan para cubrir los invernaderos de Villa Guerrero, el cual existe desde hace dos años.

La cantidad de plástico que se genera es muy grande, “por eso antes los quemaban y eran muchos los incendios que se hacían en el campo, porque a nadie le interesaba beneficiarlo. Ahora buscan la forma de que se beneficie y no se tire ni se queme por la contaminación”, platica.

Dice que “embarcaban” el plástico empacado para Guadalajara, pero desde hace dos meses se acabó y “ahora estamos parados. Tenemos previsto que haya una persona que venga y le atore”.

Los lugareños aseguran que por lo general las grandes o medianas empresas no los están mandando al depósito, normalmente los tiran a sus basureros o a los basureros municipales.

Los datos oficiales dicen que entre 1997 y 2002 se recogieron 240 toneladas de película de invernadero.

Ojos que no ven…

–¿Por qué negar que existe el problema, por ejemplo en el sector salud local lo minimizan? –pregunto a Agustín Robles.

–A lo mejor es un poco de miedo de que nos echemos pedradas a nosotros mismos, a conocer la realidad. Si soy enfermero atiendo al que llega y si soy investigador voy y tomo muestras; pero si no ha vivido en el campo o estado en los invernaderos, es difícil que conozca la situación real del trabajador del campo y de invernadero. Si vamos a las dos de la tarde vemos que hay gente aplicando, sabemos que las moléculas se evaporan más rápido cuando están las altas temperaturas y ésas las absorbemos. No lo vemos a lo mejor. No sé a quién se le tenga miedo. Si haya una institución o alguien que nos pueda reprimir por hacerme ciego de lo que está pasando. A lo mejor nosotros mismos estamos tratando de tapar el Sol con un dedo, pero las cosas sí existen.

El Tecnológico de Villa Guerrero propuso un proyecto para monitorear en forma global la resistencia de los insectos a los plaguicidas, la toxicidad de estas sustancias y conocer con precisión qué se está aplicando, al Consejo del Sistema Nacional para la Educación Tecnológica, de la Dirección de Institutos Tecnológicos Descentralizados, pero fue rechazado a pesar de que la metodología plantea desarrollar bioensayos con las plagas y tiene un fuerte impacto social, ya que una hectárea de flor genera 500 por ciento más rentabilidad que una de maíz. El evaluador no lo consideró así.

El doctor Fausto Delgadillo, epidemiólogo de la Secretaría de Salud en Tenango, que atiende a la región florícola, desestima los rumores sobre abortos u otros males que se asocian al uso de plaguicidas, pero reconocen que nunca se ha hecho una investigación profunda, aun cuando existen algunas tesis y estudios, pero no han encontrado ningún vinculo.

Propuestas

Las fuentes consultadas consideran que una propuesta viable para solucionar el problema de los plaguicidas, sus envases y los plásticos es hacer un proyecto integral coordinado por una organización donde participen los gobiernos estatal, municipal, las secretarías de Medio Ambiente, de Agricultura y de Salud, así como instituciones de educación, con fines operativos, no políticos. Además que cuente con un esquema de capitalización para solventar los problemas.

Hoy, una propuesta viable y real es cambiar el sistema de uso de plaguicidas y crear un sistema donde los agrónomos o parasitólogos realicen diagnósticos y recomienden productos específicos para combatir las plagas y hongos. En algunos invernaderos se comienza a manejar control biológico, unas bolsitas cubren a la flor y la protegen del trips.

También hace falta una campaña intensa por parte de las autoridades sanitarias para enseñarle a la gente que debe tener previsiones y cuidar su salud.

Rodolfo Guadarrama expresa: “Se tiene que hacer algo, esperamos que la gente se sume a producir con calidad, con medidas de control y con previsiones de carácter ecológico. Es un trabajo de titanes trabajar con la mente de la gente y hacerles ver el daño. No es nada fácil.”

En Villa Guerrero, con sus 50 mil habitantes, hay dos plagas más difíciles de combatir: la corrupción generada por el poder del dinero y la educación de la población, que sigue con la idea de “a mí no me pasa nada”.

• En el Estado de México la superficie florícola es de 2,652 has, de las que 2,118.5 se hallan a cielo abierto y 533.5 las ocupan invernaderos.

• De los 13 municipios de la región, los principales productores y exportadores son Villa Guerrero, Tenancingo y Coatepec Harinas.

• La zona florícola de la entidad produce 85 por ciento del total nacional.

• La actividad florícola genera 2,600 millones de pesos.

• Las principales empresas productoras son cerca de 40, entre las más grandes están Buenavista Floral, heredero de Visaflor, Coxflor, Flores de San Francisco, Rancho Santo Tomás, Rancho Los Morales, Rancho Los Oyameles, Flores de Chiltepec, Flores de la Montaña. Las empresas comercializadoras son Continental, Velsagar, Coxflor.

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