Agroindustria

Plaguicidas, efectiva herramienta en el cultivo del jalapeño

Uno de los principales factores que limitan la producción de chile en México, lo constituye su susceptibilidad a una gran diversidad de plagas. El uso de agroquímicos representa una valiosa herramienta para este sector que es una de las actividades hortícolas más importantes del país.

La planta de chile jalapeño puede ser afectada por una enorme variedad de plagas como insectos, ácaros y moluscos. Pero la mosquita blanca Bemisia tabaci Gennadius, es considerada el peor enemigo de este cultivo y se distribuye prácticamente en todos las zonas agrícolas de Veracruz y Tabasco, donde se produce esta hortaliza.

La mosquita blanca transita por los estados de huevo, ninfa (cuatro estadios ninfales, el último se llama pupa) y adulto. En esta última etapa da la apariencia de ser una pequeña palomilla de color blanco cremoso, alas blancas y apéndices amarillentos. Su tamaño es de uno a tres milímetros y su aparato bucal es chupador. Desovan en el envés de las hojas, colocan los huevos en forma individual o en grupos desordenados y en posición vertical; prefieren hojas jóvenes para alimentarse y desovar, por lo que en éstas se encuentran los adultos y huevos, mientras que en hojas de edad media se encuentran los primeros estadios ninfales y en las hojas viejas las ninfas de tercer estadio y pupas. Es un insecto sumamente prolífico ya que puede depositar hasta 300 huevos y tener hasta 15 generaciones por año.

Durante finales de otoño y parte del invierno, cuando se presentan bajas temperatura, el adulto permanece inactivo en el envés de las hojas hasta que se incrementa la temperatura y comienza a actuar, si además de las bajas temperaturas se presentan fuertes vientos del norte, no permanece en el follaje, se refugia en la base del tallo o en los terrones del suelo.

Tanto la ninfa como el adulto succionan la savia de la planta al alimentarse de las hojas, lo que puede disminuir su vigor si es muy abundante la plaga y el daño se presenta, cuando la planta está sometida a un fuerte estrés hídrico. Además puede ocasionar problemas con la excreción de mielecillas –varios tipos de azúcares y aminoácidos– producto de su alimentación, las cuales se adhieren en hojas, tallos y frutos, con lo que la planta adquiere un aspecto pegajoso y brillante en su superficie que puede interferir en la producción y afectar la apariencia de los frutos a cosechar.

Asimismo la presencia de estas sustancias con alto contenido de azúcares, constituye un factor ideal para el crecimiento de hongos no parásitos de los géneros Capnodium sp., Meliola sp., e Ichne sp., mismos que pueden cubrir la mayor parte del follaje e interferir en el proceso de fotosíntesis.

En caso de que la presencia de estos hongos se efectúe durante la etapa reproductiva de la planta, sobre todo días antes de la cosecha, el daño mayor aparece en la parte externa del fruto, que se mancha de color negro y deriva en la reducción en el precio de mercado.

El daño más importante que puede ocasionar esta plaga radica en ser un eficiente transmisor de una enorme variedad de geminivirus, principalmente el virus rizado amarillo.

Hay varios métodos para controlar de manera efectiva la mosquita blanca y las enfermedades virales, con la finalidad de disminuir su incidencia y el virus que transmiten, entre los que se puede mencionar el uso de insecticidas.

Agroquímicos que si se aplican de forma oportuna y frecuencia requerida, coadyuvan a disminuir el riesgo que implica la mosquita blanca al diseminar geminivirus.

Procedimiento para la aplicación de plaguicidas

Para determinar el momento de aplicar, es necesario un muestreo constante cuando la planta emerge o después del trasplante. Una opción para hacer estos muestreos es a través de un visor, que se forma con una cubeta de 20 litros descubierta en los dos extremos –el interior debe pintarse de color negro–, en uno de los extremos se cubre con plástico transparente, en la parte media se hace un agujero para colocar una manga, por donde se introduce la mano y se agita la planta, con el fin de que los insectos se paren en el plástico y se puedan contar. Es necesario propinar 20 golpes con el visor en toda la plantación y si se localiza un adulto por visor deberá realizarse la aplicación.

Otra manera de detectar la mosquita blanca es hacer el muestreo directamente por las mañanas, cuando los adultos están presentes en el follaje y tienen poca movilidad. Se sugiere obtener muestras de 40 plantas por predio, ubicándolas por lo menos en diez sitios, donde se muestrean cuatro plantas y en cada una cinco hojas, de preferencia procedentes de las partes en crecimiento. Si se encuentra una mosquita por planta conviene aplicar.

Los insecticidas eficientes para disminuir la población de esta plaga, según un estudio denominado Tecnología para producir chile jalapeño en la planicie costera del Golfo de México, publicado por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), son Thiodán 35 CE, 2.0 litros (756 gramos de Endosulfán) por hectárea; Vydate L, 2.0 litros (520 gramos de Oxamil) por hectárea y Ambush 34, 300 centímetros cúbicos (102 gramos de Permetrina) por hectárea, pueden usarse otros productos piretroides existentes en el mercado como: Deltametrina, Cypermetrina y Esfenvalerato. Se sugiere utilizar Endosulfán durante la etapa vegetativa –cuando no hay botones– y el Oxamil y la Permetrina en la fase reproductiva.

El insecticida Permetrina, al igual que cualquier otro piretroide, deberá usarse sólo en épocas críticas, cuando se tengan las mayores poblaciones de plagas, ya que este agroquímico ejerce una presión de selección muy fuerte, provoca que aparezca rápidamente la resistencia a dichos insecticidas y ocasiona una importante mortalidad de enemigos naturales.

El documento asienta que en la actualidad se encuentra disponible en el mercado el insecticida Imidacloprid, con el cual es posible lograr niveles de control superiores a los otros insecticidas. Actúa por contacto, ingestión y de forma sistémica, por lo que puede ser absorbido y al mismo tiempo distribuido a cualquier parte de la planta, su efecto es mejor y más duradero cuando el producto se aplica al suelo para que las raíces lo absorban.

En tal caso el efecto protector puede durar hasta siete semanas, mientras que si se asperja en el follaje este periodo se reduce a dos semanas. El plaguicida se encuentra en dos formulaciones: en polvo (Gaucho 70 W) y líquido (Confidor 350 SC). Se recomienda dar el siguiente manejo con el fin de proteger a la planta y no dejar tiempo para que la plaga cause daños durante los primeros 90 días, periodo considerado como el más crítico.

– Tratamiento de la semilla: Si la producción de planta se hace en invernadero, donde no se evite la entrada de vectores, es recomendable tratar la semilla con la primera formulación; para lo cual se coloca la semilla en una bolsa de plástico, donde se agregan 35 gramos de Gaucho 70 WS (24.5 gramos de Imidacloprid) por 454 gramos de semilla. Primero se debe agitar la bolsa por espacio de un minuto, para mezclar la semilla con el producto, para posteriormente agregar 35 mililitros de agua y agitar de nuevo hasta lograr que todo el producto se impregne en la semilla. El siguiente paso es poner a secar la semilla durante 10 minutos para después proceder a sembrarla.

– Aplicación de pretrasplante: Este tratamiento debe realizarse entre tres a cinco días antes del trasplante, con el fin de aumentar la protección, debido a que ha disminuido el efecto del primero. Se diluye un mililitro de Confidor 350 SC (35 gramos de Imidacloprid) en una cubeta con agua, agitando hasta que el producto se disuelva totalmente. Después se vacía el caldo en un tambo de 200 litros, se agrega agua hasta llenarlo completamente y se vuelve a agitar.

El tambo es suficiente para aplicarlo a cuatro mil plantas, de manera que es necesario aplicar 50 mililitros de la solución por planta; para proteger una hectárea se requieren 10 tambos. La aplicación puede hacerse de dos formas: con un recipiente de plástico, que permita controlar la dosis a aplicar, aunque es un poco lento; la otra manera es mediante una bomba de mochila, a la cual se le quita la boquilla para que el líquido salga a chorros. Previamente se deben hacer las pruebas suficientes para calibrar el aplicador, con el fin de administrar 50 mililitros por planta.

Es de suma relevancia aplicar correctamente los plaguicidas; a fin de lograr la máxima efectividad, se deben considerar varios elementos, en primera instancia se debe identificar el agente causal del problema y determinar si se justifica aplicar el agroquímico o no. Las plagas tienen que controlarse sólo cuando causen daños económicos.

Una vez que se determina el problema, se debe escoger el insecticida, fungicida o herbicida más conveniente tomando en cuenta su toxicidad para la plaga, para el hombre y su poder residual.

Otro elemento relevante es la dosis del producto y la cantidad de agua requerida, así como la mezcla de agroquímicos, que sólo debe hacerse cuando se requiera controlar diferentes plagas o enfermedades que causan daños al mismo tiempo y que no logren controlarse con un solo plaguicida. El uso de las mezclas deberá hacerse en el campo, ya que las mezclas de fábrica sólo aumentan la anarquía en el uso de plaguicidas y se propicia el desarrollo de resistencia múltiple, es decir la tolerancia a una gran variedad de productos químicos.

Conforme al estudio del INIFAP, las mezclas pueden ser efectivas sólo si los productos son perfectamente compatibles, que al mezclarse no se alteren sus propiedades físicas, químicas o biológicas y en consecuencia su efectividad.

Los productos deben aplicarse de manera oportuna cuando los organismos dañinos son más vulnerables para controlar y en ocasiones de forma preventiva, los plaguicidas deben llegar a todos los sitios donde se encuentre el agente dañino en la cantidad necesaria, principalmente cuando se trate de plaguicidas de contacto o que la plaga se localice en el interior del follaje. Generalmente se logran mejores resultados cuando se aplican mayores volúmenes de líquido por unidad de superficie tratada o se usan equipos motorizados.

El folleto técnico destaca que resulta inconveniente aplicar plaguicidas si existen probabilidades de que durante las próximas horas ocurran lluvias, además de que deberá observarse que durante el momento de la aplicación no se presenten vientos fuertes que dificulten una excelente cobertura, especialmente si se trata de productos en polvo. La alta temperatura es otro factor que puede causar fitotoxicidad, si se combina con aplicaciones de azufre y aceites minerales o productos con alta concentración de dichos elementos.

• En el año agrícola correspondiente a 1999 se destinaron para la siembra de chile jalapeño, tanto de riego como de temporal, más de 12 mil hectáreas, con lo que se alcanzó un volumen nacional de producción de 108 mil 210.34 toneladas, con un valor de producción de casi 300 millones de pesos, según cifras proporcionadas por el Centro de Estadística Agropecuaria de la Secretaría de Agricultura, Ganadería,  Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).

• Los principales estados productores de jalapeño en la República Mexicana son Chihuahua, Baja California Sur, Colima, Coahuila y Nayarit. En Veracruz, Quintana Roo, Oaxaca, Campeche y Chiapas, el cultivo se desarrolla casi exclusivamente en condiciones de temporal o humedad residual, lo que ocasiona fluctuaciones importantes en las superficies sembradas con esta hortaliza.

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