Agroindustria

Un saltador de cuidado

El pulgón saltador es una plaga que transmite el fitoplasma, enfermedad que causa graves daños a las plantas donde se hospeda, y que ha diezmado la producción de tomates en México en un 45 por ciento

Conocido como salerillo, psílido de la papa o del tomate, este insecto (Bractericera cockerelli), pasó de ser una plaga secundaria en nuestro país a una de las más dañinas para cultivos de solanáceas, en especial de chile, tomate, papa y tomate de cáscara.

Junto con los pulgones, la mosquita blanca y las chicharritas, el pulgón saltador también tiene una alta capacidad reproductiva, amplia distribución geográfica y habita en una gran variedad de plantas silvestres y cultivadas. Sin embargo, lo más importante es su capacidad para desarrollar resistencia a los insecticidas.

En México, el pulgón saltador ha causado graves daños en los cultivos de chile, tomate y papa, no tanto por la toxina que transmite, sino porque es transmisor del patógeno llamado fitoplasma, aseguran investigadores del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (Inifap).

En la publicación Manejo integrado del pulgón saltador, señalan que en el resto del mundo a esta plaga sólo se le conoce por su capacidad de depositar una toxina que provoca amarillamiento y raquitismo en las plantas, pero que no ha sido de importancia económica en México.

Nuestro país, sin embargo, es el único donde se ha reportado a este insecto como vector de fitoplasma, lo cual ha ocasionado una merma en la producción de tomates del orden del 45 por ciento.

Los investigadores asocian al pulgón saltador como posible responsable de daños del mismo orden en papas, chiles y tomate de cáscara, ocasionando mayores pérdidas que las causadas por los geminivirus transmitidos por la mosquita blanca.

Estrategias de manejo integrado

Debido a los daños que produce el salerillo en los cultivos, se han realizado diversas investigaciones para diseñar una estrategia de manejo integrado de esta plaga. En ésta se busca integrar el monitoreo de poblaciones por medio del muestreo semanal de hojas de cultivo (para jebecillos y ninfas) y trampas amarillas de pegamento y de agua (para los adultos). Contempla el control cultural para el manejo de los insectos, mediante la destrucción de la soca o plantas viejas después del último corte, la eliminación de plantas hospederas de la plaga o de la enfermedad en los márgenes de cultivo o en lotes adyacentes.

Dentro del manejo integrado se han evaluado el uso de plaguicidas biorracionales, como los reguladores de crecimiento Pyriproxifen y Flufenoxurón, sales potásicas de ácidos grasos (jabones), además de productos botánicos hechos a base de Azaridactina spp. y Argemone spp. Los principales entomopatógenos que se consideran para el combate del pulgón saltador son la Beauveriana bassiana, Metarhizium anisopliae y Paecilomyces fumosoroseus.

Y entre los depredadores señalan como efectivos, el león de los áfidos, la chinche ojona y la catarinita roja. El principal parasitoide de ninfas del pulgón saltador es la avispita Tamarixia triozae.

Control químico

Dentro del control químico, los expertos aseguran que no existe un plaguicida que combata específicamente al pulgón saltador, por lo que son necesarias la alternancia, secuencias o rotaciones de compuestos de diferente modo de acción para proporcionar un enfoque sustentable y efectivo del manejo de la resistencia a los químicos de la plaga.

La capacidad de generar resistencia de estos insectos es el principal problema en varias regiones de nuestro país, donde se han presentado inconsistencias en la aplicación del control químico. Esto se atribuye a un pronóstico inadecuado para retardar o evitar el proceso de transmisión del virus o fitoplasma a las plantas, así como la falta de tecnología de aspersión apropiada y una mala planeación en los tiempos de aplicación, que debe ser definido por expertos regionales tomando en cuenta el desarrollo del cultivo y la biología y ecología del B. cockerelli.

Varias aspersiones de un mismo compuesto pueden ser posibles dentro de cada periodo, pero es necesario asegurarse que generaciones consecutivas del psílido no sean tratadas con compuestos del mismo grupo químico o mecanismos de acción.

La tecnología de aspersión, dentro de las acciones para el control de la plaga, es muy  importante, pues es la base de distribución del plaguicida en los cultivos. Por ello hay que cuidar el uso racional de los químicos, mejorando la aplicación. Esto involucra el uso de boquillas adecuadas, la corrección del pH y “dureza” del agua de aspersión, el horario más adecuado de aplicación, entre otras actividades.

De manera general el rango de volúmenes de agua que se utiliza, va desde 30 litros por hectárea (aspersiones aéreas), hasta 500 litros de agua (aplicaciones terrestres) en aspersores montados al tractor. Sin embargo, en varias regiones, muchos productores aumentan el volumen de agua por hectárea, para lograr una mejor cobertura en los cultivos de solanáceas, con alto índice de área foliar. Bajo esta situación se puede diluir excesivamente al producto y no tener la efectividad esperada.

Comentarios

comentarios

Siguenos!

Países que nos están viendo


Suscribete al Boletin