Análisis

27 países que se dirigen a crisis alimentarias impulsadas por COVID-19

La FAO y el PMA colaboran en un análisis único de países en el precipicio de lo que podría ser la peor crisis alimentaria en generaciones

Roma, 22 de julio de 2020.— Un nuevo análisis realizado hoy por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) identifica a 27 países que están en la primera línea de las inminentes crisis alimentarias impulsadas por el COVID-19, como el golpe de la pandemia.

Ninguna región mundial es inmune, desde Afganistán y Bangladesh en Asia, a Haití, Venezuela y América Central, a Iraq, Líbano, Sudán y Siria en el Medio Oriente a Burkina Faso, Camerún, Liberia Malí, Níger, Nigeria, Mozambique, Sierra Leona y Zimbabue en África.

El análisis conjunto de la FAO y el PMA advierte que estos “países críticos” tienen un alto riesgo de, y en algunos casos ya están viendo, un deterioro significativo de la seguridad alimentaria en los próximos meses, incluido el aumento del número de personas empujadas al hambre aguda.

Estos países ya estaban lidiando con altos niveles de inseguridad alimentaria y hambre aguda incluso antes del COVID-19, debido a shocks y estresores preexistentes como crisis económicas, inestabilidad e inseguridad, extremos climáticos y plagas de plantas y enfermedades animales, señaló el director general de la FAO, Qu Dongyu.

“Ahora están en la primera línea y llevan la peor parte de los efectos disruptivos del COVID-19 en los sistemas alimentarios, que están alimentando una crisis de hambre dentro de una crisis de salud”, dijo, y agregó: “No debemos pensar en esto como un riesgo que surgirá en algún momento. No podemos tratar esto como el problema de mañana. Necesitamos hacer más para salvaguardar tanto los sistemas alimentarios como a nuestras poblaciones más vulnerables, en este momento.”

Cuatro formas en que el COVID-19 está impulsando la inseguridad alimentaria aguda

La FAO y el PMA dicen que hay cuatro formas principales en que COVID-19 está empujando a las personas a un hambre más profunda:

La caída del empleo y los salarios significa que las personas tienen menos dinero para gastar en alimentos domésticos y que los trabajadores extranjeros envían a familiares en países con inseguridad alimentaria como remesas. Al mismo tiempo, los precios de los alimentos han subido en muchos países críticos, lo que representa una barrera para el acceso a los alimentos.

Una serie de interrupciones asociadas con las necesarias contramedidas para la pandemia y la salud también están teniendo un impacto significativo, y cada vez mayor, en la producción y el suministro de alimentos.

La caída en picado de los ingresos del gobierno significa que las redes de seguridad críticas como la protección social y los programas de alimentación escolar no cuentan con fondos suficientes y no pueden responder a las crecientes necesidades.

Finalmente, la pandemia puede contribuir a la inestabilidad política, así como a alimentar conflictos, por ejemplo, entre comunidades sobre recursos naturales como agua o tierras de pastoreo o rutas de migración, lo que perturba aún más la producción agrícola y los mercados.

La evidencia emergente de las encuestas en curso de la FAO en países con contextos de crisis alimentaria respalda el análisis conjunto de hoy, lo que indica que la producción de alimentos se está convirtiendo en un serio desafío.

Los agricultores encuestados están reportando numerosos desafíos para acceder a las semillas, lo que resulta en una reducción de la siembra. En Haití, el 90 por ciento de los entrevistados espera ver una disminución significativa en la producción de cereales. En Colombia, más de la mitad de los criadores de ganado cuestionados informan sobre las dificultades para acceder a los alimentos, mientras que en Sudán del Sur, dos tercios de los encuestados dicen que están luchando para acceder al apoyo de salud animal.

Es probable que esta dinámica conduzca a un círculo vicioso de disminución de la producción, reducción de las oportunidades laborales agrícolas y aumento de los precios de los alimentos, lo que da como resultado estrategias negativas de afrontamiento y un mayor deterioro de la seguridad alimentaria y nutricional.

Anticípese, en lugar de reaccionar

En un intento por contrarrestar estas tendencias, la FAO lanzó hoy un llamado revisado por 428.5 millones de dólares bajo el Plan Global de Respuesta Humanitaria del Sistema de las Naciones Unidas para COVID-19 que aborda las crecientes necesidades en el sector de la alimentación y la agricultura, centrándose en la asistencia urgente de medios de vida para salvaguardar los medios de vida, mantener cadenas alimentarias y garantizar que las personas más vulnerables puedan acceder y producir alimentos vitales y nutritivos, como también en la recopilación y análisis de datos que pueden informar las intervenciones.

Responder a los desafíos requiere una acción urgente ampliada, según la FAO. Las temporadas agrícolas críticas, los movimientos de ganado para pastos y agua, la cosecha de alimentos, el procesamiento y el almacenamiento no son actividades que se puedan suspender.

“Si actuamos ahora y a escala, podemos mantener a tantas personas como sea posible produciendo alimentos, salvaguardar sus medios de vida y reducir su necesidad de asistencia alimentaria humanitaria, mientras sentamos las bases para una recuperación resistente”, dijo Qu Dongyu, y agregó: “No es demasiado tarde para prevenir la peor crisis de hambre en generaciones.”

También en respuesta a las crecientes necesidades humanitarias en el sector de la alimentación y la agricultura, la semana pasada el consejo de gobierno de la FAO aprobó la propuesta del director general de establecer una nueva Oficina de Resiliencia y Emergencias que tenga como objetivo ampliar significativamente la capacidad de la Organización para responder rápidamente a las crisis humanitarias y ahorrar medios de vida para salvar vidas.

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