Análisis

Paraguay dejó de generar 176 mdd por no industrializar su soya

De acuerdo con datos revelados por la Cámara Paraguaya de Procesadores de Oleaginosas y Cereales (Cappro), el país continúa sintiendo los efectos de la no industrialización de su producción agropecuaria

En 2018 la exportación de soya en estado natural desde Paraguay con destino a Argentina superó los 4.1 millones de toneladas, unas 430 mil toneladas más del total que procesaron las industrias nacionales en el mismo año.

En términos de dinero, esto representa, por lo menos, 176 millones de dólares (mdd) en valor agregado que el país dejó de generar debido a la falta de una política industrial, que incentive el procesamiento de las materias primas producidas en el país.

El mencionado valor equivale a la diferencia entre la venta al extranjero de productos en estado natural y la de bienes industrializados como la harina, el aceite y la cascarilla de soya, tomando los precios promedio de exportación y el rinde promedio de la soya.

La pérdida para el país podría ser mayor aún si se considera el efecto multiplicador de la industria y la posibilidad de desarrollar toda la cadena y exportar otros bienes industrializados con mejores precios a escala internacional que los enviados sin procesamiento de ningún tipo.

Agregar valor para minimizar impacto de fluctuación
La cosecha de soya que inició este año parece estar marcada por varios fenómenos climáticos que limitarán la posibilidad de que las áreas sembradas puedan dar los rendimientos de años anteriores, por lo que el volumen de la oleaginosa sería menor, impactando de manera negativa el flujo de divisas que ingresa al país.

El economista jefe del Banco Central, Miguel Mora, declaró que esta situación podría poner presión alcista en el tipo de cambio que a su vez impacta en el precio de muchos productos importados. En este sentido, consideró de manera muy acertada que el factor que podría estabilizar está situación es una mayor industrialización de esta materia prima.

Además de generar más divisas con el mismo volumen de productos y estabilizar el tipo de cambio dólar–guaraní, la industria tendría otros efectos positivos para la economía en general, ya que se generan más puestos de trabajo (directos e indirectos) y una mayor demanda, además de constante durante todo el año, de servicios y productos para la industria.

Dejar de percibir importantes sumas de dinero que el gobierno podría aplicar en infraestructura, salud o educación es una situación que debería llamar a una reflexión sobre el modelo país al que se apunta. Podemos convertirnos en una referencia global de la industria alimenticia porque tenemos la posibilidad de serlo, o apuntamos a mantener el modelo actual de exportador de productos en estado natural, trasladando los mayores beneficios de la industrialización a otros países.

La historia económica muestra que la gran mayoría de los países desarrollados atravesaron en algún momento un proceso industrial impulsado por todos los actores de su economía y anclado en uno o unos pocos sectores donde contaban con ventajas de algún tipo.

En el país, el procesamiento de oleaginosas tiene, gracias a las grandes ventajas comparativas, fuertes posibilidades de convertirse en un sector que potencie el desarrollo industrial de Paraguay, tal como sucedió en los países desarrollados con el modelo descrito arriba. Estamos convencidos de que, si decidimos apuntar a un modelo de país industrial, deberíamos fortalecer y no debilitar la cadena productiva de las oleaginosas.

Considerando el esquema global, las industrias nacionales deben competir con fábricas de otros países, donde se dan esquemas de incentivos y promoción, a la par de protegerlas contra el ingreso de otros productos industrializados a través de aranceles y barreras para arancelarias, por lo que es clave pensar en las medidas que se puedan implementar localmente para que nuestras empresas puedan competir en igualdad de condiciones.

Información e imágenes: Next Media

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