Orgánicos

Producción orgánica y mercados locales en México

Por: Rita Schwentesius Rindermann*, Erin Nelson** y Manuel Ángel Gómez Cruz***

A finales de la década de 1980, la demanda por los productos orgánicos, libres de residuos tóxicos, organismos genéticamente modificados, aguas negras y radiaciones, empezó a expandirse dramáticamente en los países desarrollados.

Esta demanda, basada en una creciente consciencia sobre la importancia del cuidado de la salud y la protección del medio ambiente, no se podía satisfacer solamente con la producción de los mismos países consumidores, sobre todo en el caso de café y frutas tropicales. Ante tal demanda, muchos países en desarrollo respondieron con la producción orgánica y la exportación de la misma.

En México, el desarrollo de la agricultura orgánica inició en los años sesenta del siglo pasado por conducto de agentes extranjeros, quienes establecieron contacto con diferentes operadores mexicanos, solicitándoles la producción de determinados productos orgánicos. Así comenzó su cultivo, principalmente en áreas donde insumos de síntesis química no eran empleados.

Éste fue el caso de las regiones indígenas y áreas de agricultura tradicional en los estados de Chiapas y Oaxaca, donde se empezó con la producción de café orgánico.

Posteriormente, compañías comercializadoras de Estados Unidos influyeron el cambio a la producción orgánica en la zona norte del país, ofreciendo a empresas y productores privados financiamiento y comercialización, a cambio de productos orgánicos.

A principios del siglo XXI, la agricultura orgánica se ha convertido en uno de los subsectores más exitosos del sector agrícola mexicano. De hecho, a diferencia de los otros sectores agropecuarios del país, el sector orgánico ha crecido dinámicamente, a pesar de la crisis económica.

Por ejemplo, la superficie orgánica alcanzó entre 1996 y 2008 un crecimiento anual superior a 3 por ciento y el empleo en el sector aumentó 26 por ciento por año, mientras que las divisas generadas subieron 28 por ciento.

Como resultado de este desarrollo tan rápido, entre 2007 y 2008 más de 129 mil productores mexicanos estaban cultivando alrededor de 400 mil hectáreas en una manera orgánica.

Alrededor de la mitad de esta producción es café, seguido en términos de importancia por hierbas, hortalizas, cacao y otras frutas.

A pesar de que el crecimiento del sector orgánico representa un avance en la lucha para lograr un sistema alimentario más sostenible, en México se mantiene la dañina situación del monocultivo y la agricultura orgánica está dirigida casi exclusivamente a la exportación; alrededor de 85 por ciento de la producción orgánica de alimentos es exportada a Estados Unidos, Alemania, Holanda, Japón, Inglaterra, Suiza, Canadá, principalmente.

Así, México está catalogado en el ámbito internacional como productor-exportador orgánico y no como consumidor. Este modelo de producción basado en monocultivo y exportación limita los beneficios ambientales, económicos y sociales que la agricultura orgánica es capaz de brindar.

En términos ecológicos, la producción agrícola a nivel industrial es perjudicial para la fertilidad de los suelos y aumenta la susceptibilidad de cultivos a plagas y enfermedades. Además, la exportación de alimentos requiere cantidades enormes de petróleo y agua, con lo que se sigue contribuyendo al cambio climático.

A la vez, el enfoque de exportación para satisfacer la demanda extranjera de productos orgánicos obstaculiza el desarrollo de mercados domésticos y regionales que pudieran favorecer a la población mexicana en cuestiones nutricionales y de salud. Aunque el grueso de la producción se exporta, hay contadas excepciones en algunos productos orgánicos, como la miel, la carne y los productos lácteos, que se están produciendo en primer lugar para el consumo nacional.

El desarrollo de un mercado interno para los productos orgánicos
El mercado interno de los productos orgánicos se encuentra en una etapa incipiente, dado que sólo 15 por ciento de la producción orgánica se consume dentro de México y sólo 5 por ciento se vende como orgánica (el resto se vende como si fuera convencional).

No obstante, a diferencia de los años noventa del siglo pasado, hay un mayor número de iniciativas de comercialización a través de varios canales, como tiendas especializadas, tiendas naturistas y cafeterías, generalmente ubicadas en las grandes ciudades del país y centros turísticos.

También algunos supermercados han empezado a ofrecer productos orgánicos, más de 50 por ciento de ellos son de origen extranjero.

Asimismo, un creciente número de tianguis y mercados orgánicos se están formando en varias comunidades por todo el país. Estos mercados son apoyados por productores y consumidores comprometidos y, en muchos casos, también existen vínculos con universidades y organizaciones no gubernamentales.

A diferencia del sector orgánico convencional, los tianguis y mercados orgánicos están orientados a la venta de productos que, además de ser orgánicos, son producidos localmente y por pequeños productores.

Entre las funciones y beneficios de este tipo de mercado destacan:
1) organización y coordinación de la producción y consumo directo de productos orgánicos;
2) ofrecen alimentos sanos a precios justos tanto para los productores como para los consumidores al excluir a los intermediarios;
3) conectan a la población urbana con el campo;
4) crean conciencia ecológica y social de la importancia de consumir y producir en forma responsable;
5) promueven la filosofía de la agricultura orgánica;
6) estimulan y promueven el consumo regional de productos orgánicos locales;
7) favorecen un menor impacto ecológico a través del ahorro en transporte, empaque y distribución de los productos;
8 ) difunden información técnica y científica entre los productores y la población general;
9) ofrecen espacios para la convivencia y el desarrollo de actividades culturales (música, pintura, talleres, etcétera).

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