Política Agropecuaria

Ayudar a los agricultores contribuye a la paz

Un nuevo Marco de la FAO refuerza el enfoque en la seguridad alimentaria y los sistemas alimentarios para colaborar al mantenimiento de la paz

Las guerras civiles y los conflictos han aumentado de manera considerable durante la última década, lo que ha llevado a revertir recientemente la tendencia constante hacia la reducción del hambre.

Los mayores daños los sufren las comunidades rurales dedicadas a la agricultura. La producción de trigo en Siria se ha reducido en un 40 por ciento y la de alimentos procesados en Iraq ha sufrido un descenso de dos dígitos. En la guerra civil de Sierra Leona —en la década de 1990—, el 70 por ciento del ganado fue exterminado y la producción de aceite de palma y arroz cayó en más del 25 por ciento. En Burundi, algunos estudios demuestran que las personas expuestas a la violencia tienen casi un quinto menos de posibilidades de cultivar café, incluso cuatro años después de terminada la guerra.

En términos económicos, las pérdidas agrícolas generadas por los conflictos superan en mucho a la ayuda internacional para el desarrollo. Y lo que es más grave, las múltiples consecuencias de los conflictos —incluyendo los desplazamientos forzosos y los niños malnutridos— socavan el desarrollo en los lugares más necesitados. Cerca del 75 por ciento de los niños con retraso en el crecimiento del mundo viven en países afectados por conflictos, y se estima que el 87 por ciento de todas las personas que viven en la pobreza extrema residen igualmente en países con un entorno vulnerable y frágil.

Los sistemas agrícolas y alimentarios son sumamente resilientes, pero como aseguró el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), José Graziano da Silva, ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, “cuando estos sistemas se pierden, es casi imposible reconstruirlos”.

En respuesta a estos desafíos, la FAO ha desarrollado un nuevo Marco Corporativo para apoyar una paz sostenible en el contexto de la Agenda 2030 que permite a la Organización transformar sus actuaciones en situaciones de conflicto en enfoques específicos, estratégicos y basados en evidencias orientados a apoyar la paz sostenible.

En síntesis, este Marco orienta a la FAO para diseñar sus intervenciones de una manera atenta a los conflictos que pueda contribuir a prevenir la aparición, escalada, continuidad y, lo que es más importante, la recurrencia de los conflictos.

La Organización de la ONU se compromete a trabajar “sobre, en y a través de” los conflictos. Tal como se describe en el Marco, esta estrategia comprende —respectivamente—, acciones para minimizar, evitar y resolver conflictos cuyas causas sean la alimentación, la agricultura y los recursos naturales; salvando vidas, protegiendo los sistemas alimentarios y los activos productivos y reforzando la resiliencia en medio de la violencia. Y siempre buscando avanzar en el desarrollo sostenible, incluyendo mitigar la pobreza y gestionar los recursos naturales de una manera atenta a los conflictos a lo largo del ciclo de estos.

En un momento en que los conflictos por los recursos naturales —incluidos la tierra y el agua— son cada vez más frecuentes, es importante señalar que la agricultura es un ámbito que —en palabras del propio Marco— puede ser “una fuente de paz o conflicto, de crisis o recuperación, de tragedia o curación”.

La FAO ayuda a las comunidades rurales a superar los conflictos. Para ello ha promovido enfoques participativos con el fin de fortalecer la tenencia de la tierra a resultas de las guerras civiles en Angola, Côte d’Ivoire, Mozambique, y ahora, en Colombia. Los proyectos agrícolas ayudan a reintegrar a los excombatientes dentro de los programas de desarme, desmovilización y reintegración en la República Democrática del Congo, Uganda y Filipinas.

Trabajando a menudo con organizaciones socias de la ONU, la FAO contribuye a mantener la paz en Afganistán, la cuenca del lago Chad, Myanmar, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, Siria, Ucrania y Yemen, entre otros lugares, todos ellos puntos conflictivos en la actualidad. Esta labor consiste en ayudar a establecer sistemas lácteos, proporcionar semillas e insumos agrícolas, diseñar planes de protección social en respuesta a las crisis e incluso apoyar acuerdos de paz locales que permitan continuar con los programas de vacunación de ganado, una especialidad de la FAO que ha conducido a éxitos históricos, incluyendo la eliminación de la peste bovina en un contexto de enfrentamientos armados en África oriental.

Un denominador común es ayudar a los países a mantener la producción alimentaria, incluso en los peores momentos. Otro campo en el que la FAO cuenta con una enorme ventaja comparativa es en los sistemas de alerta temprana, incluyendo evaluaciones de seguridad de semillas, mediciones de forraje para las comunidades pastoriles, monitoreo de precios alimentarios y mercados, la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) y el Modelo de Medición y Análisis del Índice de Resiliencia (RIMA), los Boletines de Alerta Temprana sobre las crisis de la cadena alimentaria y los boletines trimestrales de Alerta y acción temprana, junto con numerosas redes de asociaciones locales, como el programa de resiliencia a la sequía en colaboración con el IGAD para apoyar a los pastores en el Cuerno de África.

Estas iniciativas desempeñan un papel clave en las estrategias para reforzar la seguridad alimentaria, con el objetivo de evitar posibles conflictos, mitigar el costo humanitario de aquellos en curso y reducir el riesgo de recaída de los conflictos una vez alcanzada la paz.

Como la agricultura es el principal sector económico en la mayoría de los países afectados por conflictos, su importancia es especialmente relevante incluso más allá de los aspectos básicos de la seguridad alimentaria. Puede ser un motor de estabilización y recuperación y contribuir al tejido social que permita recobrar la confianza mutua.

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