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Prácticas sustentables en la agricultura del sur-sureste

Organismos internacionales e instituciones públicas impulsan #ChiapasNoQuema, una acción por el medio ambiente de la entidad y del planeta

Ciudad de México, 6 de marzo de 2020.— La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt), por medio de su programa MasAgro, aplican en el estado de Chiapas la iniciativa conjunta #ChiapasNoQuema, que opera en favor del medio ambiente de la entidad y, por consecuencia, del planeta.

MasAgro es un programa que ha hecho posible que en el país más de 200 mil hectáreas que antes se quemaban ya no sean objeto de esa práctica, informó Agricultura.

La implementación de sistemas integrados de prácticas sustentables como la agricultura de conservación que aprovecha el rastrojo, en lugar de quemarlo, para mejorar la estructura y calidad del suelo y la Milpa Intercalada con Árboles Frutales (MIAF), útil para evitar la erosión en terrenos de ladera —como los que hay en gran parte de Chiapas— son acciones que desde la agricultura reducen el riesgo climático y contribuyen a lograr la seguridad alimentaria de las comunidades, subrayó.

La dependencia federal destacó que los escenarios de cambio climático para Chiapas indican que los periodos de sequía más severos y extensos serán más recurrentes en la entidad, por lo que es conveniente promover prácticas sustentables y reducir así el riesgo de fenómenos catastróficos, especialmente en aquellos municipios donde se registra mayor número de incendios, como Venustiano Carranza, Ocosingo y Villa Corzo.

Detalló que las agrupaciones The Nature Conservancy (TNC) y Rainforest Alliance; las secretarías de Medio Ambiente e Historia Natural (Semahn) y de Agricultura, Ganadería y Pesca (Sagyp) de Chiapas; los ayuntamientos de Villaflores y de Villa Corzo; el Centro Estatal de Control de Incendios Forestales (Cecif) de Chiapas y diversos organismos se están sumando a esta acción en favor del medio ambiente del estado y del país.

Embate del cambio climático en el planeta

El planeta ha padecido recientemente el embate de diversos incendios de gran magnitud. En Australia estos afectaron diez millones de hectáreas (aproximadamente la superficie del estado de Oaxaca), y en agosto del año pasado, en el Amazonas se perdieron 2.5 millones de hectáreas de selva.

De acuerdo con el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM, por sus siglas en portugués), el desastre en aquella región se debió principalmente a las quemas provocadas para deforestar áreas de selva, a fin de convertirlas en áreas de pastoreo o de cultivo.

Este hecho hace inevitable pensar en la situación de México, particularmente en la de Chiapas, por ser el segundo estado con más bosques en el país y la entidad que más incendios registró en 2019, 2018 y 2015 —con un promedio de 600 al año—, en su mayoría causados por quemas agrícolas, destacan cifras de la entidad.

Reportes de organismos internacionales refieren que el 57 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero son producto de la degradación y la deforestación, seguido de las actividades agropecuarias (la ganadería y el uso de fertilizantes agrícolas aportan 19 por ciento).

En Chiapas, además, se encuentra la Selva Lacandona, uno de los últimos grandes bosques tropicales del hemisferio norte y hogar de alrededor de tres mil 500 especies de plantas y más de mil 600 especies de animales, algunas endémicas y otras en peligro de extinción, como el quetzal y el jaguar.

Es la entidad con mayor superficie de bosque mesófilo de montaña (bosque nublado), ecosistema que ha funcionado como refugio para algunas especies durante los cambios climáticos de los últimos miles de años.

Sin embargo, la cobertura forestal en el estado ha disminuido notablemente. De acuerdo con la organización internacional The Nature Conservancy (TNC), ha perdido 55 por ciento de sus bosques, principalmente por deforestación.

La ampliación de la frontera agrícola en la entidad incrementa el riesgo climático en todo el país y aumenta la vulnerabilidad de amplias áreas de bosque tropical. La Selva Lacandona ha perdido cerca de 73 por ciento de su extensión original (tenía una superficie de un millón 800 mil hectáreas, pero hoy solo tiene 500 mil).

La mayor parte de la deforestación en esta selva sucede en sus bordes, y avanza hacia su interior por la apertura de nuevas parcelas o áreas de pastoreo.

Este tipo de agricultura, que le arrebata terreno a los bosques, tiene una peculiaridad —además de estar basado en el sistema de roza, tumba y quema—, y es que, a falta de recursos o mecanismos para contrarrestar el agotamiento natural del suelo, en pocos ciclos abandona las parcelas que se vuelven improductivas e infértiles.

Esto, además de incentivar la apertura de nuevas parcelas por medio de la deforestación, favorece el empobrecimiento de la población (76.4 por ciento de los chiapanecos vive en pobreza extrema).

Gran parte de los suelos de cobertura forestal que fueron convertidos en tierras para la actividad agrícola y ganadera presentan un alto nivel de degradación. Un ejemplo de esta afectación es la zona de la Frailesca, donde diversos estudios muestran que sus suelos están gravemente deteriorados —presentan compactación y pérdida total de materia orgánica—, lo que ha tenido por consecuencia una significativa disminución de la producción de granos básicos.

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