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VISIÓN DEL CAMPO
E
n un contexto en el que casi mil millones de personas
pasan hambre en el mundo, alrededor de un tercio de
toda la producción mundial de alimentos se desperdicia,
terminando en la basura aun estando en condiciones de
ser consumida.
La pérdida de alimentos afecta tanto a quienes no tienen ac-
ceso a comida como a quienes la producen, impactando en
aspectos como mano de obra, agua, energía, tierra y otros
insumos utilizados en la producción de alimentos.
El desperdicio de alimentos puede tener su origen en cualquier
etapa de la cadena de suministro. Los alimentos se pierden o
desperdician en algún punto de la cadena, desde la produc-
ción inicial hasta el consumo final de los hogares.
La merma, que puede ser accidental o intencional, tiene el
mismo resultado: una menor disponibilidad de alimentos.
Cuando los alimentos se pierden o estropean antes de llegar
a su fase de producto final o a la venta minorista, ocurre la
pérdida de alimentos.
Por lo general, los alimentos se pierden debido a problemas en
la recolección, almacenamiento, embalaje, transporte, infraes-
tructura, o bien, a factores que nada tienen que ver con temas
Salvemos la comida
de producción y logísticos, como mecanismos de mercado,
precios o marcos institucionales y legales.
Hay otros aspectos que agravan el desperdicio, como reglas
de etiquetado de fecha de caducidad rígidas o mal entendidas,
o a prácticas de almacenamiento, compra o de cocina inade-
cuadas. Por ejemplo, cuando un establecimiento tira a la basu-
ra una caja de plátanos porque tienen manchas marrones, se
considera un desperdicio de alimentos.
El desperdicio de alimentos en un mundo con gente hambrien-
ta puede erradicarse si se logra sensibilizar a los consumidores
respecto al impacto de la pérdida de comida en buen estado.
En México, todos los días se desperdician más de 30 mil tone-
ladas de alimentos en buen estado. De acuerdo con la Asocia-
ción Mexicana de Bancos de Alimentos (AMBA), la mayor parte
del desperdicio se registra en centrales de abasto, tiendas de
autoservicio, restaurantes, hoteles, mercados, así como en
miles de hogares donde no se planifican de manera correcta
compras ni consumos.
Si sólo se lograra recuperar dos terceras partes de ese des-
perdicio —20 mil toneladas— no habría pobreza alimentaria en
México, advierte la AMBA.
