Análisis

Benito y su familia ahora producen jitomates para su comunidad

Indígenas wixárikas encuentran en la producción de hortalizas alimentación segura para sus familias e ingresos económicos

Benito González pertenece al pueblo wixárika, vive en la comunidad de Tierras Amarillas en el municipio de Mezquitic, Jalisco. Benito ya no tiene que ir a Ciudad Guzmán, en el sur del estado, a trabajar recogiendo jitomate en los grandes invernaderos, ahora los jitomates que cultiva en su comunidad, alimentan a su familia y le dan recursos extras, mejorando su vida.

Antes, para tener un ingreso tenía que migrar 439 kilómetros a la segunda ciudad más grande del estado e importante centro de producción agrícola, donde trabajaba como jornalero en los grandes invernaderos.

Tierras Amarillas en el municipio de Mezquitic, Jalisco, es una localidad con muy alta marginación, con pocas fuentes de ingreso y falta de servicios básicos como agua potable, educación, salud, vías de comunicación y acceso digno a viviendas.

El municipio de Mezquitic tiene un grado de marginación muy alto y su población en situación de pobreza extrema es del 40 por ciento, situado en el lugar 746 de los dos mil 460 en el ámbito nacional, según el Catálogo de Localidades de 2013 de la Secretaría del Desarrollo Social, ahora Secretaría del Bienestar.

Para llegar a Tierras Amarillas desde Guadalajara, la capital del estado, es necesario recorrer 350 kilómetros, es decir, unas 11 horas entre carretera estatal y brechas de terracerías, donde solo pueden acceder camionetas de doble tracción.

Por las condiciones del lugar, las familias de esta localidad tienen pocas fuentes de ingreso, su principal entrada de recursos proviene de los programas sociales, además de las divisas por la migración temporal a zonas agrícolas de los estados de Sinaloa, Sonora y Nayarit.

La familia de Benito, como todas las familias que viven en Tierras Amarillas, tenía dificultades para acceder a productos de la canasta básica y solían comprarles a los comerciantes que llegan hasta la localidad, con artículos de consumo que tienen un sobreprecio de hasta el 100 por ciento.

Los que cultivaban sus propios alimentos, como jitomate, chile y cebollas, además de tener aves de traspatio como cerdos, gallinas de postura y pavos, no producían lo suficiente; había días en los que incluso las familias se quedaban sin comer.

En el año 2016, con el acompañamiento técnico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), el gobierno de México implementó en Tierras Amarillas el Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria.

Ocho familias fueron dotadas de un invernadero de 200 metros cuadrados, un sistema de riego por goteo y una geomembrana con capacidad para cinco mil metros cúbicos de agua. Eso hizo la diferencia.

“Cuando llegó el PESA a la localidad, nos fuimos por proyectos que ya sabíamos trabajar, yo aprendí a producir jitomate cuando salía de jornalero a los grandes invernaderos de Ciudad Guzmán; además de que en la localidad hay una gran necesidad de producir hortalizas porque estamos muy lejos de los pueblos grandes y aquí no hay quién venda jitomates y chiles”, platica Benito González.

Ahora las familias participantes en el proyecto, producen jitomate, chile serrano y jalapeño, pepino, repollo, calabacitas, tomate verde y ejotes, entre otras hortalizas, las cuales consumen y venden en la misma localidad y en otras cercanas, mejorando su nutrición y generándoles ingresos económicos.

En 2017, el PESA continuó con el desarrollo de capacidades en temas estratégicos como el financiero, para el manejo de un presupuesto en las etapas del cultivo y la sensibilización en género.

“Yo creo que este programa es diferente porque los otros solo nos traen una despensa y luego se nos termina y ya no tenemos qué comer; aquí sí le trabajamos, tenemos comida y además dinero para comprar otras cosas”, afirma Francisco González, cabeza de una de las familias participantes.

En materia productiva, las familias pasaron de producir cuatro kilogramos de hortalizas por metro cuadrado en 2014 a 16 kilogramos por metro cuadrado al año en 2017.

Las mejoras son también en la alimentación de las familias, sobre todo los niños consumen la diversidad de hortalizas, más verduras e ingieren tres comidas diarias.

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