Análisis

“Efecto sistémico” por COVID-19 afecta producción y abasto alimentario

El ciclo primavera-verano quedó atrapado en medio de la emergencia sanitaria

Ciudad de México, 29 de mayo de 2020.— La emergencia sanitaria y económica derivada del COVID-19 también tiene un “efecto sistémico” sobre la producción y el abasto de alimentos: las siembras han disminuido en algunas entidades; fertilizantes y semillas tienen un alza y no llegan a tiempo por retrasos logísticos; y el crédito al campo no fluye y observa un retroceso respecto al año pasado. Ante ello, es urgente que el aparato gubernamental de la 4T, única estructura nacional con capacidad de “reacción inmediata”, implemente un programa nacional de abasto alimentario, encaminada a resolver estos “daños colaterales” de la pandemia.

El ciclo primavera-verano quedó atrapado en medio de la emergencia sanitaria, en los trabajos agrícolas se han ralentizado las tareas de siembra, que observa una reducción en algunas entidades del 30 al 40 por ciento en superficie cultivada.

Además hay un impacto en el costo y abasto de insumos como fertilizantes y semillas, que durante un periodo de tres meses solo por efecto de la devaluación del peso impacta en 30 por ciento, con la agravante de que su distribución es lenta; el problema no solo es que su precio se ha incrementado sino el poder disponer de ellos, ya que existen problemas de logística, porque los envíos registran meses de retraso.

Lo anterior es parte del análisis del experto en temas de desarrollo rural y director de Biofábrica Siglo XXI, Marcel Morales Ibarra, quien destaca que en el caso del fertilizantes estamos hablando de que cada periodo de siembra en México se requiere cerca de tres millones de toneladas procedentes del exterior, las cuales hay que movilizar desde países asiáticos, recibir y descargar los barcos; es un proceso dilatado y este insumo debe aplicarse en fechas muy rigurosas para la planta; no se puede usar “cuando llegue”.

Expone que tras el retraso internacional de mercancías debido a COVID-19, mucha de la superficie que se logró sembrar en México no contó con el fertilizante requerido, lo que se traducirá en una significativa disminución de los rendimientos a obtener por hectárea y en menor producción.

Por si fuera poco, añade, el problema del abasto alimentario enfrenta el neurálgico aspecto del crédito al campo, donde no hay un panorama alentador, dado que en marzo, al inicio de esta emergencia sanitaria, el crédito de la Financiera Rural (FND) registraba un retroceso del 10 por ciento respecto a 2019. “Si antes de la contingencia ya teníamos un desempeño negativo, es de esperarse que esta tendencia se haya agravado seriamente en las semanas siguientes.”

Impactos graves en economía y empleo

Marcel Morales manifiesta que aunque los costos derivados de la pandemia por COVID-19 aún son difíciles de cuantificar, ya hay impactos sobre la economía y el empleo, que en el agro se estima afecté 20 por ciento de los 14 millones que el sector genera —según el CNA— y se prevé serán más graves, sobre todo en los sectores más vulnerables.

Hace hincapié en que uno de los problemas que se anticipa afectará seriamente aspectos esenciales de la sociedad es el del abasto y la accesibilidad de los alimentos, dado que si en las condiciones “normales” siempre es un tema altamente delicado, en las condiciones actuales puede llegar a niveles realmente preocupantes, no registrados en muchas décadas.

El experto apunta que son varios los aspectos que anuncian que la producción alimentaria será seriamente afectada por la contingencia, porque esta incidió en la planeación y programación de la superficie de producción, ya que fue precisamente al inicio del proceso de siembra, marzo, cuando se presentó la pandemia. A casi tres meses desde el inicio del ciclo primavera-verano en condiciones de contingencia hay problemas que se traducen en una disminución de la superficie sembrada respecto a años anteriores.

Por ejemplo, para el primavera-verano, al mes de abril Tamaulipas registra una superficie de siembra de 107 mil 336 hectáreas (ha) contra 159 mil 243 del ciclo anterior, una reducción del 32.6 por ciento; Baja California Sur, tres mil 934 contra cinco mil 552 ha, es decir, 29.1 por ciento menor; San Luis Potosí, 16 mil 516 contra 21 mil 913 ha, una caída del 24.6 por ciento; Sonora de 51 mil 985 contra 57 mil 485 ha, menor en 9.57 por ciento; Campeche 14 mil 574 contra 13 mil 497 ha, menos 7.98 por ciento; Tabasco 38 mil 143 contra 35 mil 664, menos 6.9 por ciento; la situación más dramática la tiene Hidalgo con 21 mil 565 contra 53 mil 803 ha, es decir, 59.9 por ciento, en relación con el ciclo anterior.

Frente a este escenario —recalca Morales Ibarra— no es aventurado predecir un desplome de la producción de alimentos para este año, además, esto traerá un descontrolado incremento en los precios, no solo en el país, sino a escala internacional.

El experto detalló que el programa nacional de abasto alimentario debe contemplar tres aspectos:

  1. Evitar el desplome de los rendimientos en la superficie sembrada en este momento, lo cual depende, en buena medida, del uso de los fertilizantes; al no disponer de estos, inevitablemente el rendimiento disminuirá radicalmente. Una opción inmediata es ofrecer a los productores insumos de más bajo costo, nutrientes orgánicos y biológicos, como compostas y biofertilizantes.
  2. Crear condiciones para que la superficie que todavía tiene opción de sembrar en el mes de junio, cuente con un esquema ágil y eficiente de crédito y otros apoyos que aceleren la siembra en la mayor superficie posible.
  3. Tampoco debe de postergarse más tiempo el tránsito a otro modelo de producción agrícola, que permita mayores incrementos en la rentabilidad, pero sobre todo, de la sustentabilidad de la producción.

Marcel Morales subraya que en México contamos con las capacidades, ampliamente probadas, y los recursos tecnológicos para esta transformación. Bien haría la 4T en adoptarla, sobre todo en tiempos de COVID-19.

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