Análisis

Es difícil hablar del hambre: la “revolución verde”, a revisión

Gregg Easterbrook advierte, “tan positivo como son las tendencias en el Primer Mundo, son negativos en el Tercer Mundo”. Y se muestran los antagonismos y hasta perverso amor entre agricultores y ecologistas que bajo el estandarte de una “agricultura sostenible” alarman a los países pobres exhibiendo las armas de lo que en realidad constituye sus herramientas de desarrollo.

Hace 30 años, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz, Normal E. Borlaug dijo que la “revolución verde” había ganado un temporal éxito en la guerra del hombre contra el hambre, y que, si se aplicaba plenamente, podría proporcionar suficientes alimentos para la humanidad hasta el final del siglo XX. Sin embargo, también advirtió que a menos que el poder aterrador de reproducción humana fuera contenido, el éxito de la “revolución verde” sólo sería efímero.

Tres décadas después, este líder proclamaba: “Ahora digo que el mundo tiene la tecnología —ya sea disponible o bien avanzada en la canalización de investigación— para que se alimenten de un base sostenible una población de diez mil millones de personas. La cuestión es si a los agricultores y ganaderos se les permitirá que utilicen esta nueva tecnología.

La actual producción anual de alimentos, que asciende a cinco mil millones de toneladas, tardó unos diez mil años para expandirse a estos volúmenes. En el año 2025, tendremos que duplicar esta producción de nuevo.

Esto no podrá hacerse a menos que los agricultores en todo el mundo tengan acceso a los métodos de cultivo de alto rendimiento, así como a nuevos avances biotecnológicos que puedan aumentar el rendimiento, fiabilidad y calidad nutricional de nuestros cultivos de alimentos básicos. Para esto tenemos que dar sentido común al debate sobre la ciencia agrícola y la tecnología. Cuanto antes, mejor.

* Investigador titular INIFAP

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