Análisis

Importancia de dieta mediterránea para gestión sostenible de recursos

La FAO acoge el tercer evento de la iniciativa “Principios de la dieta mediterránea para la Agenda 2030”

Roma, 17 de febrero de 2020.— La dieta mediterránea no solo es saludable para los humanos, sino también para el medio ambiente y la biodiversidad. Este fue el mensaje principal en un evento celebrado en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) con el objetivo de crear conciencia sobre cómo la dieta mediterránea puede ayudar a alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

El evento, el tercero de la serie de la iniciativa sobre los “Principios de la dieta mediterránea para la Agenda 2030”, fue organizado por el gobierno de Italia, en cooperación con Coldiretti (la organización de agricultores más grande de Italia) y con la Fondazione UniVerde.

Basado en el consumo regular de aceite de oliva, una rica diversidad de alimentos de origen vegetal (cereales, frutas, verduras, legumbres) y cantidades moderadas de pescado y carne, la dieta mediterránea es ampliamente reconocida por sus múltiples beneficios para la salud y por su baja huella ambiental.

Sin embargo, señaló María Helena Semedo, subdirectora general de Clima y Recursos Naturales de la FAO, “esta forma tradicional de comer está dando paso cada vez más a los hábitos y estilos de vida cambiantes, desde comidas diversas y equilibradas hasta comidas más monótonas ricas en grasas, azúcar y sal”.

El resultado, advirtió Semedo, son consecuencias negativas acumulativas tanto para la salud humana, con un aumento drástico de la obesidad y el sobrepeso como para las enfermedades no transmisibles, y para el medio ambiente, mediante la degradación intensiva de los recursos naturales, incluida la pérdida de biodiversidad para la alimentación y agricultura.

Para abordar esta tendencia negativa, las dietas mediterráneas y otras dietas tradicionales deben ser preservadas y promovidas, mientras que su contribución a la conservación de la biodiversidad, el empoderamiento de las mujeres, los vínculos urbano-rurales, la pérdida de alimentos y la gestión de residuos deben estudiarse y destacarse más.

La FAO puede desempeñar un papel crucial en esto, enfatizó Semedo, por ejemplo, ampliando las lecciones aprendidas de los Sitios de Patrimonio Agrícola Globalmente Importantes (SIPAM), la iniciativa de la FAO que reconoce paisajes de belleza excepcional que combinan biodiversidad agrícola, ecosistemas resilientes y un valioso patrimonio cultural. “El año pasado, por ejemplo, vi dos paisajes italianos: los viñedos tradicionales Soave y los olivares de las laderas entre Asís y Spoleto, añadidos a la lista”, apuntó.

Al conectarse con gobiernos, agricultores y consumidores, la FAO puede crear conciencia sobre la conservación y el uso sostenible de los cultivos descuidados y subutilizados, al tiempo que apoya la integración de la biodiversidad en todos los sectores económicos y agrícolas.

Semedo invitó a los socios a trabajar en estrecha colaboración y aprovechar las diversas oportunidades que tendrán lugar en 2020, como el 75 aniversario de la FAO, la Década de la Nutrición de las Naciones Unidas, el décimo aniversario de la declaración de la Dieta Mediterránea como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco.

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