Biotecnología

Concreto que inhibe proliferación de bacterias

Las enfermedades e infecciones son uno de los factores que más problemas causan a la producción pecuaria, debido a las deficientes medidas sanitarias tomadas por los productores en sus criaderos, granjas y abrevaderos.

La mayoría de las veces las unidades productivas no son sometidas a los cánones de limpieza establecidos en las normas básicas de higiene o sugeridos por los especialistas.

Sin embargo se puede dar el caso de que a pesar de seguir al pie de la letra las indicaciones continúen presentándose dificultades en materia de sanidad animal. Esto se debe a que las bacterias encuentran en las paredes de las granjas campo fértil para su reproducción, por las heces fecales, cabellos y otras partículas que desprenden los animales.

La industria del concreto premezclado ofrece el uso de concreto inhibidor de bacterias (CIB), que además evita la formación de hongos, moho y levaduras.

Esta propiedad se logra por la adición al concreto de una fibra de polipropileno tratada desde su fabricación con un agente bactericida.

La acción de inhibición del crecimiento y proliferación de bacterias se produce debido a que la sustancia inodora, incolora e insípida contenida en la estructura molecular de las fibras penetra la pared celular de los microorganismos interrumpiendo su capacidad de crecer y reproducirse.

Esta acción contrasta con la de otras sustancias como los bioácidos que envenenan sistemáticamente a dichos organismos pero éstos cada vez se hacen más resistentes a su acción.

Por el tamaño de la molécula del aditivo (menor de una micra), el CIB únicamente actúa sobre los organismos de pared delgada sin afectar a los de pared gruesa, como las células de humanos y animales.

Lidia Guadalupe Álvarez Mince, coordinadora de Investigación y Desarrollo de Concretos Cruz Azul, explica que “el concreto tiene poros donde sí llega alguna bacteria y encuentra ambiente muy fértil para su reproducción; si hay alimento y condiciones de temperatura, pueden duplicar su volumen rápidamente”.

Manifiesta que el CIB se desarrolló con tecnología estadounidense para dar solución a problemas que presentan sectores de la industria agropecuaria, entre otros.

Este producto, anota, no elimina la porosidad, pero sí repele a las bacterias cuando intentan introducirse en los poros, con esto evita que aniden para su reproducción.

Generalmente, los productores no introducen acabados muy caros –no recubren sus paredes ni las pintan–, buscan construir establos o granjas al más bajo costo, pero si ataca alguna enfermedad, la mortalidad de sus animales es muy alta.

Aun cuando recubren con mosaico se siguen presentando problemas, ya que los microorganismos continúan albergándose en las junturas. “Realmente no hay nada que impida el paso a las bacterias, ellas encuentran el poro de su tamaño y anidan”, apunta Álvarez Mince.

Los productores, comenta, “querían algo que protegiera en caso de que llegara una enfermedad y se albergara en los poros del concreto”.

Este tipo de concreto, explica, evita recubrir con azulejo u otro material, lo cual haría más cara la inversión en sus unidades productivas, pues el producto con el que están fabricados sus cajones o sus granjas ya lleva la protección.

El costo por un concreto inhibidor de bacterias se incrementa alrededor de 20 por ciento en relación con el concreto convencional.

“Es un poco más caro, porque lleva tecnología y otras sustancias más, pero ese costo se amortiza con el tiempo y con la disminución de enfermedades”, expone Lidia Guadalupe Álvarez.

Asimismo, al ofrecer resistencia a la carbonatación –sulfatos que comienzan a carcomer los muros–, este material se puede emplear en bebederos de animales, con ello se evita que se tenga que lavar para quitar el moho o aplicar pesticidas o insecticidas u otro tipo de tratamientos biológicos para matar a las bacterias. Esto de alguna manera permite que duren las estructuras más tiempo.

Este concreto también puede ser útil para plantas de tratamiento de agua o almacenamiento del vital líquido.

Sin embargo, a pesar de sus bondades, no se ha generalizado el uso del concreto, aún son muy pocos los que lo emplean, ya que no hay una cultura, por desconocimiento, fundamentalmente, considera Álvarez Mince.

Hay resistencia a invertir más, dice; los productores “piensan que de todas formas van a tener que estar desinfectando”; empero, agrega, deben comparar las ventajas del CIB en relación con un concreto normal.

Este producto no elimina la necesidad de desinfectar, ya que hay otras áreas donde pueden procrearse las bacterias, pero las probabilidades de que éstas se reproduzcan se minimiza.

Aunque el CIB se comenzó a promover en 1998 para el sector médico –aún no se ha surtido en hospitales, está en una etapa de promoción–, es adecuado para el sector agropecuario.

Hoy en día, los principales consumidores de este producto son los avicultores, quienes lo emplean en sus granjas, pero se recomienda para la ganadería bovina o porcina, ya que puede evitar enfermedades.

En Guadalajara se construyó una granja donde se vigila una muestra aleatoria y sí ha disminuido el índice de enfermedades en los animales; ahí conocen el gran beneficio de invertir un poco más, señala Álvarez Mince.

El CIB también se puede emplear en piscinas, hospitales, quirófanos, donde antes se tenía que demoler porque las infecciones se anidan en los muros.

• El concreto contiene microporos o bien pequeñas grietas que se producen por la contracción debido al secado durante las primeras horas después de haber sido colado y por las cuales penetran y se alojan los microorganismos.

• Los microorganismos son causantes de enfermedades como infecciones intestinales, salmonella, ántrax, gastroenteritis e infecciones ocasionadas por bacterias grampositivas y gramnegativas, o bien pérdidas por descomposición de materiales o alimentos.

• El CIB evita la proliferación de bacterias, hongos, moho y levaduras en la masa y superficie de concreto.

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