Logística

Alumnos mexicanos plantan, cosechan y comen juntos

En Puebla, las familias cultivan una actitud saludable y con un enfoque de respeto por los alimentos

Elvis Cortés Hernández toma su almuerzo y se sienta con sus amigos. Estamos en el colegio General Lázaro Cárdenas en Ajalpan, en el corazón del estado de Puebla, y Elvis, de diez años, conversa sobre el huerto de la escuela, un ejemplo de política alimentaria innovadora. “Me gusta almorzar en el comedor de la escuela porque me dan zanahorias, brócoli y fruta”, dice, mientras saborea un pedazo de mango.

La participación de los alumnos en la iniciativa va mucho más allá de simplemente sentarse a almorzar juntos todos los días: los 96 escolares, con la ayuda ocasional de sus padres, participan también en la producción de sus alimentos en el huerto de su escuela. La Secretaría de Agricultura del país aportó semilleros elevados con metodología de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), después de que un estudio de la ONG local SURCOS, desvelara niveles elevados de malnutrición en la comunidad náhuatl de la localidad de Ajalpan. Se encontró que el 87 por ciento de los jóvenes padecían problemas de salud causados por una alimentación inadecuada, en sí misma producto de las dificultades económicas por las que atraviesan las familias de los niños que acuden a la escuela.

El huerto, que produce actualmente 13 tipos diferentes de hortalizas y se completa con un gallinero, ha sido la causa de algo más que una simple mejoría en la salud de los escolares. Desde que la escuela decidió tomar un papel activo en lo que los alumnos comen, sus calificaciones también han mejorado. “Estamos descubriendo que las malas calificaciones de los estudiantes sin duda son causadas por una alimentación poco saludable”, asegura el director de la escuela, José Cirilo Cruz Peralta. “Fue una buena idea tratar de vincular esos dos aspectos y obtener algo positivo”, afirma.

Los tallos de cilantro y las hojas de las zanahorias se balancean con la brisa, creando un entorno verde para los alumnos mientras se sientan junto a los semilleros de hortalizas encalados. “Profe Cirilo”, como se le conoce al director de la escuela, utiliza el huerto para enseñar a los niños más cosas aparte de cómo cuidar de sí mismos y del medio ambiente.

Dos miembros del personal del centro, Juan Arturo Córdoba y Matilde Cruz, explican que usan el huerto para ayudar en las lecciones de multiplicación y división, ya que los alumnos usan reglas para medir perímetros y áreas para los semilleros. Las clases de biología básica las aportan las gallinas, que también proporcionan entre 15 y 18 huevos por día para el comedor.

La escuela ofrece desayunos y almuerzos a sus estudiantes todos los días de la semana, y el entusiasmo de los niños dentro de su centro educativo se ha extendido a su vida familiar. Algunos padres siguen el ejemplo de la escuela, y crean sus propios huertos en casa.

Leticia de Jesús Carrera, cuyos hijos asisten a la escuela General Lázaro Cárdenas, dice que antes de la existencia del huerto no tenía dinero suficiente para comprar hortalizas para la familia. A medida que el conocimiento de sus hijos sobre alimentación y sostenibilidad aumentaba al participar en la producción de alimentos para el comedor de la escuela, ellos educaban a su vez a su madre. “Ahora —dice Leticia— sabemos cómo hacer composta y cómo cultivar las plantas, cuidarlas y luego recolectarlas.”

Sin embargo, ha habido una “víctima” de la transición de la escuela hacia una política alimentaria sostenible, y esa es la pequeña tienda que vendía golosinas y refrigerios. Antes de que el huerto ofreciera sus deliciosos productos (ahora hay en el menú acelgas, zanahorias, espinacas, remolacha y coliflor), los padres solían darles a sus hijos dinero para comprar golosinas.

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