Política Agropecuaria

México debe fortalecer investigación pública en salud pecuaria

50 por ciento de productores pecuarios tienen prácticas erróneas en manejo de animales

Ciudad de México, 27 de abril de 2020.— La trasmisión de enfermedades de animales a humanos —zoonóticas— ha tomado relevancia en el mundo sobre todo a raíz de la pandemia del COVID-19, donde una hipótesis sobre su origen apunta a esa interrelación. Preocupados por atender esta problemática en México, expertos del INIFAP advierten sobre la necesidad de fortalecer la investigación, la infraestructura en laboratorios, propiciar el cambio generacional y fortalecer la capacitación de los productores pecuarios, dado que casi 50 por ciento de estos no siguen el procedimiento adecuado en el manejo de diferentes especies.

A Dionicio Córdova López, único experto en epidemiología de salud veterinaria que queda en el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias(INIFAP), le preocupa que enfermedades como la tuberculosis, brucelosis o la leptospirosis, por mencionar algunas, que se trasmiten de animal a humano, puedan convertirse en un problema de salud pública.

Con 35 años de experiencia, el médico veterinario-zootecnista e investigador titular C, advierte que enfermedades que afectan solo la producción animal existen, y de muchas de ellas debemos cuidarnos, pero una que está diseminándose hoy en el mundo es la peste porcina africana, que afecta a China y a varios países europeos. Esta enfermedad causa gran morbilidad y mortalidad en las poblaciones porcinas, por lo que impacta la producción de carne. Somos libres de este mal, pero existe la posibilidad de que llegue a México; sin embargo, esto depende de nuestros sistemas de vigilancia, los que hasta la fecha han respondido adecuadamente. “Se han portado muy bien; pero esa enfermedad puede llegar por las fronteras, por mar o por aire”.

Dionicio Córdova sintetiza que parte de su trabajo es identificar factores de riesgo y establecer medidas de prevención, porque “es más barato prevenir que remediar”.

En México —afirma— está garantizada la calidad de la mayoría de los productos y subproductos procedentes de animales, gracias a los sistemas de producción en general, y a la existencia de rastros tipo TIF (Tipo Inspección Federal), salvo en pueblos donde no hay inspección zoosanitaria.

Por ejemplo, la tuberculosis puede trasmitirse de bovinos a humanos, a través de lácteos, ahí hay una campaña nacional contra la enfermedad; pero si algunos productores no hacen lo que corresponde, no es difícil que la gente pueda estar expuesta. “Hay varias enfermedades que pueden presentarse si nos descuidamos, porque la cercanía a las distintas especies y el consumo de productos y subproductos implican exposición a algunas enfermedades.”

Factores de riesgo

Las prácticas inadecuadas en el manejo de especies animales —bovinos, cerdos, aves y caprinos— son factores de riesgo que la gente no identifica y es una forma de propagar enfermedades. El problema en México es que casi 50 por ciento de los productores pecuarios no siguen los procedimientos adecuados y 30 por ciento de estos sí los cumple, expresa Dionicio Córdova, quien indica que esta información se basa en diversos estudios realizados con su equipo.

Es muy común —puntualiza— que los productores rompan la cadena de enfriamiento que deben tener los biológicos. Por ejemplo, los productores compran vacunas en la farmacia, donde se las entregan en una bolsa de plástico con hielos; llegan a su auto y las colocan bajo el asiento y tardan varias horas en llegar a su domicilio, donde las meten al congelador hasta el día en que las llevan al rancho para entregarlas al vaquero encargado de aplicarlas a los animales, cuando pueda. Los vaqueros muchas veces reutilizan jeringas y agujas —incluso una sola para varios animales— que tienen guardadas en cualquier lugar. Esas jeringas se “enjuagan” con agua de arroyos o supuestamente limpia. Con esto contaminan el biológico y lo inutilizan.

Otro factor de riesgo detectado es que se compran animales enfermos sin pedir certificado de registro ni nada. Igual el uso de estiércol como abono implica un adecuado manejo para evitar la diseminación de enfermedades. Pero, si se presenta un brote de influenza aviar y se moviliza el estiércol en camiones puede irse regando en la carretera y llevar contaminación de tipo viral. “Son riesgos que la gente no identifica y así se propagan las enfermedades”, remarca.

Estos son solo algunos ejemplos. “Los datos obtenidos en nuestros trabajos de investigación muestran que existen una gran cantidad de medidas de manejo inadecuadas, las cuales si fueran modificadas permitirían prevenir y/o disminuir el ingreso, el establecimiento, la persistencia y la diseminación de muchas enfermedades en las explotaciones. Hay que corregir esos errores, lo que implica educar o concientizar al productor”, asevera Dionicio Córdova.

Trasmisión de animal a animal

En México existen 33 millones de cabezas de ganado y en el 75 por ciento del territorio donde se ubican también está presente la garrapata, “que es el mayor problema de la ganadería tropical del país, porque esta es responsable de importantes pérdidas económicas, debido que se alimenta de sangre del ganado y porque al alimentarse debilita y transmite enfermedades a los bovinos como la babesiosis y anaplasmosis, mismas que les provocan anemia e incluso la muerte. Además, daña la piel al perforarla y pierde valor comercial”, explica la doctora Raquel Cossío Bayugar.

La investigadora del INIFAP del Centro Nacional en Investigaciones Disciplinarias en Salud Animal e Inocuidad en Jiutepec, Morelos, expone que las condiciones ideales para que crezca la garrapata están en zonas tropicales, de entidades como Veracruz, Tamaulipas, Guerrero, Chiapas, Tabasco o Quintana Roo.

Una de las formas de controlar dicha plaga es el uso de pesticidas, que además de contaminar, “desafortunadamente constituyen otro grave problema porque las garrapatas ya han desarrollado resistencia y multirresistencia, en algunas zonas, a los diferentes pesticidas que se utilizan”.

Por ello, la investigadora trabaja alternativas naturales (bioacaricidas) para el control de la garrapata que consiste en utilizar microorganismos o depredadores naturales, ya identificados, que causan algún daño a la plaga. Otra línea de estudio es encontrar moléculas que puedan interrumpir el ciclo de vida de la garrapata para en un futuro hacer una vacuna regional para las especies mexicanas. Una tercera línea de investigación es estudiar el sistema inmune de las garrapatas, entender cómo se defienden de las enfermedades y hacerlas más susceptibles a estas.

El INIFAP cuenta con una vacuna contra la anaplasmosis y otra para la babesiosis. Además tiene un sistema de diagnóstico para estas enfermedades. Hay unas galletas para ovinos y caprinos que liberan un hongo que ataca nematodos que afectan a estas especies.

La atención pecuaria envejece en el INIFAP

El área pecuaria del INIFAP tenía departamentos de virología, bacteriología, parasitología, ectoparasitología; hoy tiene salud veterinaria, sin embargo la estructura de esta área no está bien definida. En INIFAP había aproximadamente cinco mil investigadores y hoy solo hay 900 para todos los sectores: forestal, agrícola y pecuario. En este último quedan unos 250, de los que para salud animal son 50 y para epidemiología había cinco o seis, la mitad se retiró y otros fallecieron. “Soy el único epidemiólogo en el INIFAP, con formación académica”, asevera Dionicio Córdova.

La reducción de personal nos afecta, porque no hay a quién dejarle la experiencia o el conocimiento desarrollado y acumulado. Hay mucho por hacer y “nos falta gente y jóvenes más que nada, porque más del 70 por ciento pasamos de 60 años de edad. Necesitamos renovación del personal y no hay recursos para eso”.

Los investigadores del INIFAP señalan que no hay recursos suficientes para la investigación ni personal para atender a los productores y el equipamiento de microbiología animal es de los años sesenta. Necesitamos mayores recursos económicos para infraestructura, compra de animales, reactivos y apoyo en vinculación. Mucho del equipamiento con el que cuenta el CENID Microbiología Animal (ahora subsede del SAI-Salud Animal) se ha obtenido con proyectos de investigación, pero es insuficiente.

Córdova López reitera que se debe fortalecer la comunicación entre instituciones, reforzar nuestros cuadros, “nosotros ya estamos de salida y, ¿a quién le dejamos esto? Necesitamos renovar nuestra sangre”.

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