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años, quien tiene cuatro empleos para

pagar las medicinas de su hija de cinco

años, o Lidia Hernández, de 36, que ha

viajado más de tres horas en transpor-

te público desde la localidad de Téllez

para hacer la compra.

Once de la mañana. La hilera ya ser-

pentea con decenas de compradores.

La mayoría son amas de casa o de lla-

ves y con ingresos menores a los 500

pesos por semana. Se someten a un

examen socioeconómico para empa-

dronarse y pagan una décima del pre-

cio de mercado por despensa. No hay

distinción de edades. El rostro joven de

Abigaíl Sastre, de 18 años, contrasta con

el rictus de Eloísa Garduño, de 51. Serán

900 beneficiados al terminar la jornada.

El almacén está lleno de cientos de

hogazas de pan y paquetes industria-

les de jamón york, grandes bolsas de

frutas y legumbres que fueron donados

por los comerciantes locales y envases

embollados de salsa o vegetales que

no llegaron a los estantes de los super-

mercados por estándares estéticos. Lo

que no es digno de unos marca la dife-

rencia para otros. “¿Vergüenza? Me da

más pena no tener qué comer”, afirma

sin rastro de pudor María de la Luz Iba-

rra, de 58 años.

“Ha cambiado el concepto de banco

de alimentos, antes se pensaba que

era un lugar donde te daban lo que no

servía”, señala Rubén Oliva, el director

nacional de la organización. Oliva la-

menta que exista “una cultura del des-

perdicio” y que el gobierno no asuma la

responsabilidad de hacerse cargo del

problema. “Nadie tira alimentos porque

quiere, hay cada vez más consciencia,

pero se necesita crear una alianza con

todos los actores públicos y privados

para afrontar el problema”, afirma Fer-

nando Soto Baquero, representante de

la FAO en México.

Desde el campesino que no cubre los

costos de producción para levantar la

cosecha o el productor masivo que no

aprueba los estándares de exportación

hasta la falta de consciencia y las sobras

que se arrojan al cubo de la basura, los

motivos se extienden por toda la cade-

na de producción. Cuando es del lado

de la oferta se le llama pérdida, cuando

se habla de la demanda, desperdicio.

La suma de toda la merma sería sufi-

ciente para que 7.4 millones de pobres

extremos con carencias alimentarias

comieran de forma digna. “Erradicar el

hambre en México no pasa por la canti-

dad de comida, hay alimentos suficien-

tes, incluso si se desperdicia más de un

tercio”, apunta Soto Baquero.

Anuncian periodos

de veda para

camarón

Con el propósito de

asegurar la continui-

dad de los procesos

de sostenibilidad pes-

quera, en la próxima

temporada de pes-

ca, la Secretaría de

Agricultura, Ganade-

ría, Desarrollo Rural,

Pesca y Alimenta-

ción (Sagarpa) dio por

concluida la veda de

camarón y publicó el

acuerdo por el que se

da a conocer el esta-

blecimiento de épocas

y zonas de veda…