Agricultura Protegida

México, laboratorio de agricultura protegida

Por: Isabel Rodríguez*
Foto: Especial

Además de las variables económicas y de mercado a las que, tarde o temprano, tendrán que adaptarse, los productores del sector primario enfrentan el reto de generar alimentos en las cantidades y calidades que demanda la población mundial en un entorno climático que dista mucho de ser el óptimo.

Empero, aunque la escasez y degradación de los recursos naturales; la deforestación, la extinción de especies animales y vegetales; la desertificación de grandes regiones; la mala distribución del agua y sistemas deficientes de riego, por mencionar sólo algunos aspectos, plantean graves dificultades al sector primario, también han sido el motor de una transformación cultural, social y tecnológica en el campo.

Ejemplo de ello es la agricultura protegida, que desde hace más de tres décadas ha revolucionado la producción de alimentos al “neutralizar” el efecto de la estacionalidad climática y facilitar el cultivo en regiones donde las condiciones de agua y suelo no son adecuadas para la agricultura a campo abierto.

Paulatinamente, esta tecnología dejó de ser una herramienta exclusiva de países con condiciones climáticas extremas y alto poder adquisitivo —como los países nórdicos— y hoy está al alcance de, prácticamente, cualquier productor, mediante una cartera de soluciones que se adecuan a distintos niveles de agricultores.

El boom de la agricultura protegida en México

La agricultura protegida en México inició a finales de la década de 1970, con invernaderos dedicados a la producción de flores, principalmente en el Estado de México. No fue sino hasta 1992 cuando comienzan a producirse las primeras hortalizas en invernadero, en el estado de Querétaro.

En esa entidad, una empresa local inició con la producción de pepinillo, en 20 hectáreas de invernaderos, que después aumentaron a 50. Sin embargo, aunque su producción —con destino final a Francia— era constante, decidieron orientar su producción al jitomate, impulsados también por el boom de los invernaderos en Sinaloa.
Si bien el máximo crecimiento de la agricultura protegida en nuestro país ocurrió durante la última década, venía precedido de una rápida adopción de esta tecnología a lo largo del último lustro del siglo pasado. Tan sólo de 1995 a 2000, el área cultivada en agricultura protegida pasó de 50 hectáreas a mil 100.

Pero la curva de crecimiento más importante se registró de 2000 a 2010. En 2000, había mil 200 ha dedicadas a la agricultura protegida, mientras que al 2010, eran alrededor de 12 mil ha de invernaderos y casas sombra, principalmente en Baja California, Sinaloa y Jalisco, entidades que concentran la mayor parte instalada de esta tecnología, aunque en general, en la región del Bajío también hay un área importante, explica el ingeniero Álex Pacheco Abraham, especialista en diseño y gestión de invernaderos.

En opinión de Pacheco Abraham, México ha sido “un laboratorio gigantesco” para el desarrollo y adopción de esta tecnología en otros países. Para empezar —apunta— los invernaderos fueron concebidos para climas nórdicos, por lo que, al llegar a México, la tecnología de éstos era demasiada robusta, con equipamiento excesivo o muy sofisticado para las necesidades de nuestro país y, por lo tanto, muy costosos.

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