Con estos cultivos, cuentan, una familia apenas sobrevive porque la producción no genera grandes ganancias ya que el mercado nacional se las cotiza a muy bajo costo.
“Muchas veces la gente cree que en el campo estamos jodidos porque no trabajamos, pero no es así, por ejemplo, aquí se tienen siembras muy trabajadas, pero los usureros nos pagan muy poco billete”, refieren.
Sin embargo, los agricultores asumen que durante toda su vida seguirán sembrando porque es su vocación y no tienen otra, más que vivir de la tierra.
Rodrigo García, delegado de la Sagarpa, considera que además de la vocación y condiciones de pobreza en la que muchos se encuentran, siguen cultivando la tierra porque la gran mayoría no sabe hacer otra cosa.
Describe que los 350 campesinos que hay en la región se encuentran en un rango de edad entre los 48 y 60 años, poco más de la mitad está organizado en sociedades rurales para poder generar sistemas de producción más elevados y cerca de un 10 por ciento siembra sin mayor orientación que la heredada por sus antepasados.
Para ayudarlos, menciona, el gobierno federal otorga a 220 productores un subsidio a través del Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo), el cual consiste en una aportación de unos 970 pesos por hectárea por ciclo agrícola.
Fuente: Diariolocal.com
