Biotecnología

¿Qué hay detrás de una taza de café?

Detrás de una taza de café se encuentra el trabajo de miles de pizcadores, de cafeticultores que desde la montaña apuestan a una actividad que en los últimos años enfrentó bajos precios en el mercado internacional y está sujeto a contingencias climáticas que pueden acabar con su cosecha.    leer más

En la cafeticultura coexisten grandes empresas, que obtienen millonarias ganancias, con pequeños productores que apenas sobreviven al malbaratar su cosecha a intermediarios o “coyotes”. La actividad cafetalera también es el ejemplo de cómo el mercado global puede hacer sucumbir una actividad que representa el sustento de miles de familias en el ámbito local

El problema básico del café es el precio, que depende de la oferta y demanda, sentencia Diego Woolrich Ramírez, presidente de la Confederación Mexicana de Productores de Café (CMPC). Esta situación genera que el campo cafetalero no tenga seguridad en cada cosecha.

En julio pasado el precio promedio del café se ubicó en 110 dólares por libra, “apenas suficiente para sobrevivir y que las plantaciones sigan trabajando”, expresa el representante de la CMPC. Pero, advierte, si bajara a 90 dólares por libra “vamos a empezar a tener problemas económicos muy fuertes”; pero también podría ocurrir que se ubique en 130 o 140 dólares. Todo depende del mercado.

“La incertidumbre del precio hace que mucha gente que era cafetalera haya dejado de serlo. Antes había más seguridad, se negociaba a cómo se iba vender la cosecha; ahora está muy difícil.”

En una plática con 2000 Agro, Woolrich Ramírez puntualiza que la situación del sector cafetalero no ha variado mucho con respecto a los años anteriores, los productores tienen pocos recursos para seguir realizando las labores en el campo y se puede decir, en general, que si no fuera por los subsidios o programas de apoyo, estuviéramos prácticamente con cero labores y en quiebra total.

El precio del café está poco arriba del costo de producción y sólo algunos estados o regiones altamente productivas pueden tener rentabilidad. El promedio de producción de las regiones cafetaleras es de tres quintales por hectárea, pero hay quienes alcanzan de ocho a 15 quintales. Estos últimos con los precios actuales venden bien.

El consumo interno ha mejorado y la exportación ha bajado un poco —en el ciclo 2005-06 ésta fue de unos 2.5 millones de sacos—; pero la producción ha disminuido porque año con año son más cafetales viejos que no se renuevan, se están abandonando, son productores que ya no alcanzan su punto de equilibrio o dejan de tener ganancias y ya no pueden mantener su plantación, manifiesta Diego Woolrich.

Por otra parte, señala, los huracanes, lluvias erráticas o heladas, han afectado zonas cafetaleras; en café no tenemos un seguro que cubra de contingencias climáticas.

Otro de los problemas que enfrentan las zonas cafetaleras es la escasez de mano de obra, ya que hay mucha migración. Incluso, un fenómeno es la feminización de la fuerza laboral.

Los pizcadores de zonas cafetaleras reciben 140 pesos diarios, aunque algunos ganan 250 pesos al día. Desde hace cinco años el costo de la mano de obra subió 100 por ciento.

Un productor de hasta cinco hectáreas no requiere más mano de obra que la familiar, pero quien tiene una superficie mayor, necesita contratar jornaleros.

Legislación

La ley cafetalera que impulsan los legisladores debe reconocer el trabajo del primer eslabón de la cadena productiva, “debe plasmar que sin productor no hay café y sin éste se acaba la activad”, subraya Diego Woolrich Ramírez.

La protección clásica —asegura— es que el productor reciba dinero suficiente, mediante un precio fijo con base en la calidad del café que produzca o mediante los subsidios convenientes y necesarios sustentados también en calidad.

Para el dirigente cafetalero, se debe fomentar que el productor reciba un precio altamente redituable con el que pueda mantener a su familia y que los hijos sigan siendo productores, ya que ahora no quieren irse a la plantación de café, se rompe el ciclo y por eso hay plantaciones abandonadas; cuando vean que sí es redituable van a continuarla.

Los diputados elaboraron una ley muy aceptable, pero sufrió modificaciones significativas en el Senado y dejó de promoverse, lamenta.

Nichos de oportunidad

Pero no todo ha sido tempestad para los cafetaleros. Hay nichos de mercado para cierto tipo de cafeticultores que pueden vender a un precio fijo. Por ejemplo, los productores de café orgánico que consiguen un comprador y fijan un precio por un tiempo determinado; también está el mercado justo, donde dependiendo de la calidad se pueden obtener de 125 a 142 dólares por 100 libras del aromático. Un buen precio si se toma en cuenta que el costo de producción anda entre 80 y 90 dólares.

Sin embargo, destaca Diego Woolrich, sólo 10 por ciento del café producido en México tiene esos nichos de mercado, 90 por ciento es café tradicional y su precio fluctúa, depende de la Bolsa de Valores de Nueva York.

La moda del café

México incrementó su consumo per cápita de 600 a 1.2 kilogramos, en un periodo de cinco años. Con eso se quedan un millón 400 mil sacos en el país de cuatro o 4.5 millones que se producen.

Este comportamiento tiene que ver con la moda de irse a tomar el café a una cafetería, pero la preferencia del consumidor por estatus ha sido por cadenas extranjeras.

Por eso Diego Woolrich invita al consumidor de café a dar preferencia al producto mexicano en cafeterías que lo expendan, que tiene la misma calidad y mejor precio.

“Si consumo productos extranjeros estoy reforzando la economía de esos países, necesitamos consumir productos mexicanos para que la economía de México surja fuerte y beneficiemos a nuestros productores; ningún país de Europa ni Estados Unidos producen café, sólo lo compran a África o Vietnam.”

El presidente de la CMPC considera que las campañas de promoción para aumentar el consumo del café han sido limitadas por los bajos recursos que se le asignan, ya que el primer año tuvo nueve millones, el siguiente 20 millones y ahora 38 millones de pesos.

Si aumentara a dos kilos la cantidad de café que se consume en México se quedarían dos millones de sacos, 40 o 50 por ciento de la producción total. Se exportaría menos y se vendería más acá, con la ventaja de que el precio del mercado nacional no es fluctuante —como el internacional— sino fijo, destaca Woolrich Ramírez.

Cruzada por el consumo de café

Marcos Gottfried, director de Expo Café, al referirse al bajo consumo en México en comparación con otros países, destaca que en Brasil —uno de los principales productores del mundo— éste es de 4.5 kilos per cápita al año, mientras que en países europeos la cifra rebasa los 11 kilos.

Por medio de un comunicado resalta que la industria mexicana tiene gran potencial para crecer y áreas de oportunidad para generar nuevos negocios, pero el problema es que ésta no tiene interés en buscar formas para mejorar la calidad del producto.

“Si se ofrece un café barato y de mala calidad, se corre el riesgo de que el consumidor no regrese y se pierda. Por ello es importante que todos las actores del sector, exijamos acciones específicas de promoción para aumentar la demanda y ofrecer a los clientes un mejor producto.”

Arturo Hernández, presidente de la Asociación Mexicana de Cafés y Cafeterías de Especialidad (AMCCE), asevera que una de las maneras para aumentar el consumo del café en México es fomentando la calidad en la preparación de esta bebida. El 80 por ciento de una buena taza de café está en las manos de quien lo prepara. Esto conllevará a la apertura de más cafeterías así como a promover una cultura de exigencia de calidad de los consumidores.

En su décimo aniversario la Expo Café estará concentrada en iniciar una “cruzada nacional por la calidad del café”, ya que su consumo sigue siendo elitista, porque “tenemos buen café y el gusto de los mexicanos pero falta quien diga el qué y cómo”.


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