Agroindustria

Semillas certificadas, origen de competitividad

Por: Isabel Rodríguez
Foto: Especial

Factores como la creciente demanda mundial de comida, la presión urbana sobre las tierras agrícolas, el alza en el precio de los combustibles, el aumento en el costo de los alimentos y, por supuesto, el cambio climático, han propiciado una mayor demanda de semillas de calidad, cuyas variedades sean capaces de adaptarse y producir bajo condiciones cambiantes.

En este contexto, la certificación de semillas juega un papel fundamental por una razón principal: las semillas de buena calidad son al mismo tiempo, origen de buenos alimentos y factor determinante en la competitividad de los productores agropecuarios.

Ya sea para cultivos de consumo humano o animal, las semillas certificadas impulsan la productividad y calidad de las cosechas, lo que permite también promover la conservación y aprovechamiento sostenible de los recursos fitogenéticos, afirmó la ingeniera Enriqueta Molina Macías, directora general del Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS), órgano desconcentrado de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa).

En el marco de un taller especializado para medios de comunicación sobre la conservación, utilización y protección ante la biopiratería de cultivos nativos de México ─impartido en abril pasado por especialistas del SNICS en coordinación con la Sagarpa─, Molina Macías informó que las semillas utilizadas en 40 por ciento de la superficie de cultivos básicos en el país se encuentran certificadas y cada año se protegen 100 nuevas variedades.

“Toda la agricultura empieza por la semilla; es un vehículo que contiene en sí mismo la genética y la tecnología para poder convertir y mejorar la competitividad; por ello, el SNICS juega un papel fundamental en la certificación de la calidad de las variedades vegetales”, subrayó la especialista.

Cabe destacar que en abril de 2011 el SNICS cumplió 50 años de haberse creado con la finalidad de conservar las variedades nativas de México e impulsar la producción de semillas de estos materiales, además de evaluar, validar y certificar dichos insumos.

De acuerdo con el SNICS, anualmente son generadas más de 200 mil toneladas de semillas certificadas; también, cada año este organismo supervisa alrededor de 55 mil hectáreas para garantizar que se cumplan los requerimientos exigidos para consumo y comercialización de las semillas en los cultivos.

Las labores de inspección y certificación permiten homologar la calidad de las semillas por regiones, con lo que se reducen costos y aumenta el valor de los cultivos, contribuyendo al desarrollo económico y a la seguridad alimentaria del país, con productos de alta calidad, mencionó Molina Macías en entrevista para 2000 Agro.

Además, el SNICS es responsable de otorgar los derechos de obtentor (DOV), reconocimiento legal, determinado en la Ley Federal de Variedades Vegetales, para quien, mediante un proceso de fitomejoramiento, ha obtenido y desarrollado una nueva variedad vegetal. Este reconocimiento no puede transferirse, no tiene término e implica tener la exclusividad temporal para aprovechar la variedad protegida.

El periodo de la exclusividad varía según las especies: en vides, árboles frutales, ornamentales, portainjertos y otras especies perennes, la exclusividad es de 18 años y de 15 para el resto de las especies.

Según información del SNICS, dicho reconocimiento es un incentivo para la inversión en investigación y desarrollo de nuevas variedades vegetales que respondan a las necesidades de la agricultura.

También, a través del Sistema Nacional de Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (Sinarefi) ─coordinado por el SNICS─ se cuenta con 375 proyectos en 46 redes que atienden a más de 600 especies, en donde participan centros de conservación que cuentan con bancos de germoplasma, jardines botánicos y colecciones en campo e in vitro, entre otros.

Actualmente hay más de 150 registros en el Catálogo Nacional de Variedades Vegetales, lo que reduce el riesgo de la biopiratería, al dejar constancia documental sobre las características de variedades nativas, resultado de las prácticas, usos y costumbres de las comunidades agrícolas de México.

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