Algunos ingenuos podrán decir, muy bien, ya se quitó el CO2 del aire, pero ahora estás contaminando el suelo. Esto es mentira, el pasto respira CO2 y libera oxígeno (O2); es decir, lo único que incorporó al suelo fue carbono (C). Y éste resulta benéfico para el suelo, ya que lo ayuda a retener más humedad, el suelo se vuelve más poroso, permitiendo mayor abundancia de vida en el mismo al tener más microorganismos, lombrices, etcétera. La famosa tierra negra y tierra prieta, son tan fértiles porque son ricas en carbono.
En resumen, debido al tipo de dieta, un búfalo en pastoreo produce aproximadamente 30 por ciento menos metano que uno confinado en corral de engorda, esto es importante si tomamos en cuenta que el gas metano es 20 veces más tóxico que el CO2, así que cualquier punto que se disminuya de metano es sumamente benéfico.
Si a eso le sumamos la cantidad de CO2 que se emitió para producir, transformar y transportar los granos hasta el animal confinado, podríamos fácilmente duplicar la cantidad de gases tóxicos emitidos al medio ambiente por el animal confinado.
El búfalo y casi cualquier ganado que se maneje con pastoreo intensivo o masivo, es capaz de hacer que el pastizal fije al suelo el equivalente a 60 toneladas de dióxido de carbono. Por el contrario, el animal confinado no tiene la oportunidad de hacer esto y no sólo éste contamina, sino los granos con los que se alimentan, transformándose en un sistema altamente contaminante con respecto al sistema de pastoreo.
Entonces, el sistema de alimentación a base de pasto es una opción mucho más ecológica que el consumo de granos, ya que no sólo nos deja más alimento disponible a nosotros los humanos, al no utilizar granos para la engorda, sino que además reducimos las emisiones de CO2 y metano en gran medida. Y podemos seguir gozando y consumiendo carne verde. Y qué mejor animal que el búfalo de agua para sacarle provecho a estos ecosistemas, con su gran capacidad de adaptación ambiental y transformadora de pasto.
Otros atributos de la carne de búfalo, en comparación con la de bovino, es que contiene 30 por ciento menos colesterol, 55 por ciento menos calorías, 11 por ciento % más proteínas, 10 por ciento más minerales y vitaminas, y 100 por ciento menos grasa intramuscular, a diferencia del bovino, que consume pastos verdes y cuya grasa es amarillenta, lo cual puede provocar que el consumidor rechace este tipo de carne.
En contraste, la grasa del búfalo es blanca, y eso es algo que a los consumidores les gusta; existe la falsa creencia de que la grasa verde o amarilla en la carne bovina de pasto es signo de que está caducada, sin embargo, esta característica se debe a que los cloroplastos de los pastos hacen que la grasa se ponga amarillenta.
Aunque en México aún se puede considerar al búfalo como un animal exótico —porque es poco conocido por los consumidores— la ganadería en palizada es muy natural y con pocos cambios, se podría lograr certificar a los ganaderos como orgánicos, sumándole valor a su ganado al comercializarlo como exótico, orgánico, como carne baja en colesterol y, por supuesto, como un animal benéfico —y descontaminante— para el medio ambiente.
