Análisis

Ingeniería biogenética en la agricultura Riesgos y oportunidades

Tales políticas requieren de reformas agrarias en su aspecto de distribución de tierra, fortalecimiento de la legislación sobre tenencia y el redireccionamiento de inversiones públicas hacia alimentos básicos y políticas equitativas que eviten el favorecimiento de los grandes monopolios con el fin de alcanzar la autosuficiencia alimentaria.
En este sentido, las políticas agrícolas tendrían que favorecer la producción no química, buscando reducir o eliminar el uso de pesticidas y de otros agroquímicos.

Los dos principales cultivos derivados de la ingeniería genética que hoy se comercializan en Estados Unidos son maíz y soya. Cabe resaltar que cerca de 95 por ciento de los cultivos de soya y 60 por ciento de los del maíz no son consumidos por humanos sino destinados al forraje.

Por ello la investigación biogenética se ha orientado fuertemente a buscar soluciones económicas para la generación de forraje. La tendencia de hacer predominar cultivos destinados al forraje naturalmente genera un déficit de productos agrícolas para atender la seguridad alimenticia, amén de los impactos en la balanza comercial.

Entonces, la ingeniería biogenética tendría que revisar los criterios de selección para sus desarrollos en el campo de fortalecimiento de productos alimentarios. En la última década los cultivos de papas se han visto modificados genéticamente para obtener mayor riqueza en almidón.

Grandes transnacionales se han visto favorecidas con dichos resultados, pues las papas obtenidas son más fáciles de cocer en las freidoras industriales, con lo cual se obtiene una importante reducción de tiempo en los procesos de fabricación, así como una reducción en los insumos utilizados para la cocción. Sin embargo, dicho desarrollo no refleja ninguna mejorar en cuanto a su contenido energético o a la disminución en costo.

Otro ejemplo de aplicación de la ingeniería biogenética es el relativo a cierto tipo de jitomate desarrollado a modo de retardar su maduración, con objeto de que se mantenga por mayor tiempo en los anaqueles de los supermercados. El resultado obtenido reduce la merma.

En la misma dirección está la investigación fondeada por la Unión Europea para hacer que las hojas de la coliflor se mantengan por más tiempo verdes, a fin de hacer perdurar su aspecto de frescura, aun cuando la gente no acostumbre comerse las hojas. Dos ejemplos que atienden a la preocupación de optimizar los procesos de los centros de comercialización más que a la mejora en el producto.

Logística y biogenética
El hecho de que el consumo promedio de fruta fresca decline cada vez más en los grupos de bajos ingresos es resultado de los sistemas de venta al menudeo asociados con el transporte de larga distancia de alimentos que la ingeniería genética puede facilitar.

Actualmente, los alimentos recorren mayores distancias, convirtiendo a los tractocamiones en almacenes móviles. De ahí la orientación de la ingeniería genética en desarrollar alimentos que duren más, que mantengan su aspecto fresco, que disminuyan las mermas y que sean fácilmente transportables. De cara al consumidor, la oferta no necesariamente mejora la calidad, pero sí encarece al producto.

Los ejemplos antes descritos nos invitan a considerar un replanteamiento de los objetivos de las inversiones en desarrollos biogenéticos. La necesidad de conseguir que un producto se mantenga por más tiempo fresco, es el resultado de tener que enfrentar hoy una compleja logística de transporte de los alimentos, del campo hasta la mesa.

La falta de autosuficiencia alimentaria de muchos países, obliga a que grandes cantidades de productos viajen miles de kilómetros, a través de diversos medios (avión, barco, camión). La logística de traslado requiere de grandes cantidades de energéticos (combustible y electricidad para los medios de transporte, refrigeración, embalaje), lo que encarece el producto final.

Con base en lo anterior, la inversión que se realiza en ingeniería genética tendría que tomar en cuenta los contenidos alimenticios reales más que la cosmética del producto, y fomentar que se cultiven alimentos lo más cercanamente al consumidor, para brindarles un control de sus propios mercados.

El reto para que el consumidor adquiera productos frescos radica en un sistema de producción local que evite los grandes trayectos de transporte del lugar donde se cultiva hasta la mesa donde se sirve. Para ello, la agricultura urbana se convierte en una solución ideal, sobre todo para las grandes ciudades, localizando la actividad a una mayor cercanía de los centros de consumo, logrando atender de fondo los problemas que hoy han obligado a recurrir a un sistema de logística costosa y contaminante.

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