Análisis

Norman Borlaug: la revolución contra el hambre

Por: MC Carlos Mallén Rivera*
Foto: Cortesía INIFAP / Archivo

Con la ayuda de nuestros dioses y nuestra ciencia no sólo debemos aumentar el suministro de alimentos, sino también asegurarlos contra las catástrofes biológicas y físicas. Podemos y debemos impedir la tragedia del hambre. Vamos a ser culpables de negligencia criminal, sin atenuantes, si permitimos futuras hambrunas.
Norman E. Borlaug

(Primera de dos partes)

normanbourlag01Esencialmente, era un hombre sencillo; en ello radicaba su grandeza. Identificó que para alcanzar la paz, era necesario cubrir la necesidad más elemental del hombre: su alimento. Se calcula que, gracias a sus esfuerzos, mil millones de personas se salvaron de morir de hambre.

Identificó en el agricultor al hacedor de la concordia entre las naciones y el origen de las más altas aspiraciones a las que el hombre ha sido llamado. Porque gracias a los excedentes agrícolas, se pudieron articular acuerdos sociales —y sobre todo civilizados— para primero dejar atrás hambrunas y pobreza, y luego encauzar el talento de los pueblos en alcanzar su portentoso crecimiento y expansión, especialmente en los espacios de libertad, creatividad y convivencia.

El doctor Norman Ernest Borlaug falleció el 12 de septiembre de este año en Dallas, Texas, víctima de leucemia, a los 95 años, dando fin a una larga vida científica. Nativo del pequeño poblado de Cresco, Iowa (EU), pero descendiente de inmigrantes noruegos, comenzó su educación en una escuela rural, hasta graduarse como ingeniero forestal por la Universidad de Minnesota, donde también obtuvo los grados de maestría y doctorado en fitopatología.

Norman Borlaug trabajó en México a partir de 1944, en la Oficina de Estudios Especiales, programa cooperativo del gobierno mexicano y la Fundación Rockefeller, antecesor del Plan Chapingo, que modernizó a la antigua Escuela Nacional de Agricultura, al Colegio de Posgraduados, al Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas y al Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo.

Fue líder de un extenso equipo técnico que generó más de 150 variedades de trigo de alta calidad, resistentes a enfermedades, tolerantes a la sequía e insensibles a la duración del día, variedades que en los años sesenta habían cubierto una extensa superficie, primero en México y luego en regiones de la India, Pakistán, norte de África, Turquía, Oriente Medio, Asia Central y Sudamérica.

Actualmente, las variedades de trigo con germoplasma mexicano se siembran en más 80 millones de hectáreas en el mundo. Y no existe en el mundo programa de mejoramiento de este grano que no incorpore este germoplasma.

En su papel de científico luchó contra las adversidades de la naturaleza y la burocracia, labor que fue reconocida con las mayores preseas, entre los cuales figura el Premio Nobel de la Paz en 1970, el Águila Azteca, otorgada ese mismo año por el gobierno mexicano, la Medalla del Oro del Congreso y el Premio Presidencial de los Estados Unidos en 2007, así como 65 doctorados Honoris causa.

Pero él siempre otorgó los reconocimientos a “los productores y técnicos agrícolas”, los cuales le ofrecieron también su aplauso. Así, su nombre fue puesto a una de las principales avenidas de Ciudad Obregón, Sonora, en su querido Valle del Yaqui.

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